28 diciembre 2014

Pesimismo prusiano

Para Schopenhauer, no hay que mentirse a sí mismo sobre este punto: el amor, aunque a veces parezca etéreo,  aunque esté maquillado a menudo de sentimentalismo,  siempre tiene su raíz en el instinto sexual. Más aún: en el fondo, sólo apunta a la reproducción de la especie. 
Dos tortolitos que, en medio del espejismo amoroso, creen actuar en función de su propio gusto y con vistas a una satisfacción absolutamente personal, en realidad no hacen más que obedecer a los intereses del rebaño. Un bebé rosado y lloroso: ese es el objetivo inconsciente de todo amor humano. Una vez disipada la ilusión romántica,  no queda más que la desconcertada contemplación de un recién nacido bastante molesto, dentro de una cuna convertida en la tumba de la pareja. Un pequeño ser tan destinado a la decadencia y la muerte como los absurdos padres que, sin consultarlo, lo condenaron a la vida.


Aude Lancelin y Marie Lemonnier, Los filósofos y el amor. De Sócrates a Simone de Beauvoir.
El ateneo, Buenos Aires, 2013.

25 diciembre 2014

¿Entender, o sentir?

No se tiene razón cuando se acusa a quien no ve el valor o la hermosura de lo que nos conmueve o encanta, de no entenderlo. Trátase aquí no tanto de lo que el entendimiento comprende como de lo que el sentimiento experimenta. Tienen, sin embargo, las facultades del alma tan grande conexión entre sí, que, las más veces, de las manifestaciones de la sensibilidad pueden deducirse las condiciones intelectivas. Vanas resultarían las dotes intelectuales para quien al mismo tiempo no tuviese un vivo sentimiento de lo bello y lo noble, sentimiento que sería el móvil de aplicarlas bien y con regularidad.


Immanuel Kant, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime.
CALPE, Barcelona, 1919.

09 diciembre 2014

Escucha

Estar con quien se ama y pensar en otra cosa: es de esta manera como tengo los mejores pensamientos,  como invento lo mejor y más adecuado para mi trabajo. Ocurre lo mismo con el texto: produce en mí el mejor placer si llega a hacerse escuchar indirectamente,  si leyéndolo me siento llevado a levantar la cabeza a menudo, a escuchar otra cosa. No estoy necesariamente cautivado por el texto de placer; puede ser un acto sutil, complejo, sostenido, casi imprevisto: movimiento brusco de la cabeza como el de un pájaro que no oye nada de lo que escuchamos, que escucha lo que nosotros no oímos. 


Roland Barthes, El placer del texto.
Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.

06 diciembre 2014

Cuestión de estilo

[…] vos te das cuenta cuando una persona está hablando con su voz más verdadera, más profunda. Eso da el estilo de la persona. El alumno que viene por primera vez al taller, por lo general tiene la idea de que debe tratar de escribir como se debe escribir. Todo el estilo personal está borrado, eliminado, y lo que recibís del alumno son penosos esfuerzos por meterse en un estilo convencional que él cree es lo mejor, lo ideal, porque lo recibió de distintas fuentes en las que él depositó gran confianza. En algún momento de su vida estas fuentes confiables le dijeron cómo se debe escribir. Todo esto no sirve para nada y hay que destruirlo. Hay que conseguir que el alumno pueda expresarse con su propia voz, su propio estilo. Vos te das cuenta cuando una persona está tratando de conseguir una voz convencional o cuando está diciendo las cosas tal como las siente.
[…]
Tanto cuando escucha como cuando lee, la gente todavía está muy encerrada en los contenidos. Juzga un texto por los contenidos. A veces incluso por los sonidos, por la combinación de palabras. Cuando alguien dice “me gustó mucho tu texto en la parte que decís tal cosa”, quiere decir que el texto no está bien, pero destaca algo que sobresalió, algo que fue pensado o salió por casualidad con una forma especialmente afortunada, que se despega del contexto, y que en cierto modo es un parche, una cosa fallida dentro del texto general. Entonces se rescata “al menos” eso. La gente presta atención a los contenidos, a los argumentos, a las afortunadas combinaciones de palabras, incluso a las ingeniosidades, que no tienen nada que ver con la literatura. Lo único que importa en literatura es el estilo. Una vez que se alcanzó eso se puede decir lo que quieras. Cualquier narración, cualquier cosa que pongas va a estar bien, se va ajustar perfectamente con lo que estás expresando. Puede ser algo desagradable, o nada edificante, pero ése sos vos, un ser único. El estilo personal es imposible de alcanzar con oficio. No hay oficio que lo pueda conseguir.


Entrevista a Mario Levrero, Revista Ñ.
http://www.clarin.com/rn/literatura/ficcion/Levrero-secreto-mejor-guardado_0_1261673839.html

25 noviembre 2014

Amar

Amar es querer la libertad, la completa independencia de otro; el primer acto del verdadero amor es la emancipación completa del objeto que se ama; no se puede amar verdaderamente más que a un ser perfectamente libre, independiente, no sólo de todos los demás, sino aun y sobre todo de aquel de quien se es amado y a quien se ama. 
[…] querer la dependencia de aquel a quien se ama es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad; y si el amor implicase también la dependencia, sería lo más peligroso e infame del mundo, porque sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad. 
Todo lo que emancipa a los hombres, todo lo que, al hacerlos volver a sí mismos, suscita en ellos el principio de su vida propia, de su actividad original y realmente independiente, todo lo que les da la fuerza para ser ellos mismos, es verdad; todo el resto es falso, liberticida, absurdo. Emancipar al hombre, he ahí la única influencia legítima y bienhechora. 
Abajo todos los dogmas religiosos y filosóficos —no son más que mentiras—; la verdad no es una teoría, sino un hecho; la vida misma es la comunidad de hombres libres e independientes, es la santa unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e infinitas de la libertad individual.


Mijail Bakunin, Carta a Pablo.
En Osvaldo Baigorria, El amor libre, Eros y anarquía. 2006.

24 noviembre 2014

Fronteras

[…] las fronteras son, ahora, el espacio donde más claramente se concreta la ideología exitosa de estos tiempos: la defensa contra lo externo, la obsesión de la Seguridad. Todo lo exterior es peligroso cuando entra: comidas, grasas, humos, preparados varios, cuerpos ajenos en el cuerpo propio. Y, por supuesto, las personas ajenas –extranjeros, extraños, marginales– en el cuerpo social, el cuerpo patrio. 
La prevención no es nueva; parece nueva su omnipresencia, su reino indiscutido. Pero ya los persas de hace treinta siglos inventaron, en su honor, la palabra paraíso: la armaron con daeza, pared, y pari, alrededor: paridaeza, el paraíso, era, primero, cualquier lugar con una pared alrededor, con una frontera alrededor, con exclusión alrededor –antes de transformarse en el country donde iban a parar las almas de los ricos. Paraíso es excluir a los otros, encerrarse sólo con los propios y resistir a los embates: amurarse, parapetarse tras fronteras. 
[…] 
La Excursión a los Indios Ranqueles y el Martín Fierro son formas de ponerse en la frontera, de cruzar la frontera para deshacerla. 
* La frontera como amenaza o limbo –donde se terminaba el poder del Estado argentino. 
* Mientras tanto, se iba consolidando –se iba escribiendo– la tercera frontera: la que el país abría para ser el que había querido aquel muchacho de provincias. El puerto de Buenos Aires fue la frontera decisiva, en ese breve lapso en que abrirla fue abrir todo relato, rearmar un país según palabras nuevas. 
Fue en ese breve lapso cuando se armó la idea confusa de que ser argentino era romper con las fronteras: ser la más pura mezcla. Contra esa mezcla militó el nacionalismo de principios del siglo XX, con la gauchesca y la ley de extranjería y los blablás patriotas. Por esa mezcla pudo nacer el tango, el sainete, una forma de hablar, Jorge Luis Borges, el cine de Santiago y Torre Nilsson, Gombrowicz, cierto rock, Cortázar, Saer, Quino y tantos otros textos. La Argentina no sería nada sin esa convicción de que nuestra cultura no está limitada por fronteras nacionales: de que la parte que nos corresponde es todo. La Argentina no sería nada si se hubiera impuesto a lo largo de su historia la peor forma de exclusión posible, la más popular, la más dañina: la Patria contra los extranjeros. La Argentina no sería nada si hubiera sido siempre como ahora.


Martín Caparrós, Los muros han vuelto. Revista Ñ.
http://www.clarin.com/rn/ideas/muros-vuelto_0_1253274684.html

10 noviembre 2014

El silencio

El teatro donde yo daba los conciertos también tenía poca gente y yo había invadido el silencio: yo lo veía agrandarse en la gran tapa negra del piano. Al silencio le gustaba escuchar música; oía hasta la última resonancia y después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus opiniones tardaban. Pero cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música; pasaba entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones.



Felisberto Hernández,
Nadie encendía las lámparas, 1947.
(En Chitarroni, Brasca. Antología del cuento breve y oculto. Buenos Aires, Sudamericana.)

13 octubre 2014

La forma y la idea

Nela, amiga de mi corazón, ¿no sabes lo que mi padre me ha dicho anoche?...: que si recobro la vista me casaré con Florentina. La Nela no respondía nada. Sus lágrimas silenciosas corrían sin cesar, resbalando por su tostado rostro y goteando sobre sus manos. Pero ni aun por su amargo llanto podían conocerse las dimensiones de su dolor. Sólo ella sabía que era infinito.
    --Ya sé por qué lloras --dijo el ciego, estrechando las manos de su compañera--. Mi padre no se empeñará en imponerme lo que es contrario a mi voluntad. Para mi no hay más mujer que tú en el mundo. Cuando mis ojos vean, si ven, no habrá para ellos otra hermosura más que la tuya celestial; todo lo demás serán sombras y cosas lejanas que no fijarán mi atención. ¿Cómo es el semblante, Dios mío? ¿De qué modo se retrata el alma en las caras? Si la luz no sirve para enseñarnos lo real de nuestro pensamiento, ¿para qué sirve? Lo que es y lo que se siente, ¿no son una misma cosa? La forma y la idea, ¿no son como el calor y el fuego? ¿Pueden separarse? ¿Puedes dejar tú de ser para mí el más hermoso, el más amado de todos los seres de la Tierra, cuando yo me haga dueño de los dominios de la forma?

Benito Pérez Galdós, Marianela.
Barcelona, Altaya, 1994.

08 octubre 2014

El contrabajo

[…] no conozco a ningún colega que empezara a tocar el contrabajo voluntariamente. Y en cierto modo, no es de extrañar. Se trata de un instrumento muy poco manejable. En realidad, yo diría que el contrabajo es más un estorbo que un instrumento. No se puede acarrear, hay que arrastrarlo y, si se cae al suelo, se rompe. En el coche sólo cabe si se saca el asiento de la derecha, y entonces llena prácticamente el vehículo. En casa se lo encuentra uno por todas partes. Ocupa más sitio que… que un trasto inútil, ¿sabe? No es como un piano. Un piano es un mueble. Un piano se puede cerrar y dejar donde está. El contrabajo no. Está siempre en el medio como… Tuve un tío que siempre se encontraba enfermo y se quejaba de que nadie le hacía caso. 
Así es el contrabajo. Cuando vienen invitados, ocupa inmediatamente el primer término. Nadie habla de otra cosa que de él. Cuando uno quiere estar solo con una mujer, él lo presencia y lo vigila todo. Se intima con ella… y él observa. Siempre tiene uno la sensación de que se burla y ridiculiza el acto. Y esta sensación se transmite, como es natural, a la pareja, y entonces… ¡ya sabe usted lo cerca que están el amor físico y el ridículo y lo mal que se soporta este último! ¡Qué sordidez! Es imposible continuar. 


Patrick Süskind, El contrabajo.

06 octubre 2014

Obvio

Hacer filosofía es colocarse en un lugar de extrañamiento frente a todo lo que nos rodea, frente a todo lo que se nos presenta como obvio. Todos podemos desmarcarnos de lo cotidiano para ingresar en la penumbra del extrañamiento, que no es más que recuperar de alguna manera nuestra capacidad de asombro. El asombro y la obviedad están íntimamente ligados, ya que al desconfiar de las obviedades circundantes, todo se nos aparece entonces con una intensidad diferente. Todo se nos aparece en su diferencia y lo percibimos como si fuese la primera vez que lo conocemos. Recuperamos la mirada de principiante.
[...]
La palabra «obvio» puede entenderse, en latín, como la vía que se me despliega tan enfrente de mí que creo que es la única que existe y por eso la tomo. [...] Lo obvio no incluye la diferencia. La disuelve. Lo obvio no plantea alternativas. Las estigmatiza.
[…]
Hay claramente en todas las obviedades un elemento clave: lo obvio no se cuestiona.
[…]
La naturaleza de la filosofía, si la hay, tiene más que ver con descubrir la pregunta que con formular certezas.
[…]
Preguntar es un ejercicio de desmontaje de aquellas certezas que a lo largo de la historia se instalaron como capas de verdades imponiendo la tiranía de lo obvio. Y cada capa, y cada verdad, y cada certeza, siempre al servicio de otras capas, de otras verdades, de otras certezas, conformando una red que se cierra en sí misma y se impone sin dar lugar a la pregunta.


Darío Sztajnszrajber, ¿Para qué sirve la filosofía?

23 septiembre 2014

Utilidad

La utilidad de las cosas es siempre utilidad para mí, con lo cual todo se vuelve en algún punto funcional al individuo, o un grupo de individuos que se consideran semejantes.
Esta manía de reducir todo lo que nos rodea a lo útil y conveniente para mí, en principio nos hace perder todo el resto de facetas posibles que pueden manifestar las cosas, así como nos priva de conectarnos con la diferencia del otro, ya que reducimos a toda persona al mero ejercicio estratégico de expansión de mi propio yo. Las cosas me son útiles. Las personas me son útiles. Las personas me son cosas.


Darío Sztajnszrajber, ¿Para qué sirve la filosofía?

20 septiembre 2014

Un poco de cultura

Corrían los años de la bonanza del caucho y los grandes pioneros loretanos, los mismos que surcaban del norte al sur y del este al oeste la espesura amazónica en busca del codiciado jebe, competían  deportivamente, para beneficio de nuestra ciudad, en ver quién  construía su casa con los materiales más artísticos y costosos de la época. Y así vieron la luz esas residencias de mármol, de adoquines y  fachadas de azulejos, de labrados balcones que hermosean las calles  de Iquitos y nos traen a la memoria los años dorados de la Amazonía y nos demuestran como el poeta de la Madre Patria tenía razón cuando dijo “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pues bien, uno de estos pioneros, grandes señores del caucho y la aventura, fue el millonario y gran loretano Anselmo del Águila, quien, como muchos de sus iguales, acostumbraba hacer viajes a Europa para satisfacer su espíritu inquieto y su sed de cultura. Y aquí tenemos a nuestro charapa, don Anselmo del Águila, en un crudo invierno europeo -¿cómo temblaría el loretano, no?-, llegando a una ciudad alemana y alojándose en un hotelito que llamó poderosamente su atención y le encantó por su gran confort, por el atrevimiento de sus líneas y su belleza tan original, ya que estaba  íntegramente construido de fierro. ¿Qué hizo entonces el charapita del Águila? Ni corto ni perezoso y con ese fervor por la patria chica que nos singulariza a la gente de esta tierra, se dijo: esta gran obra arquitectónica debería estar en mi ciudad, Iquitos la merece y la necesita para su galanura y prestancia. Y, sin más ni más, el manirroto loretano compró el hotelito alemán construido por el gran Eiffel, pagando por él lo que le pidieron sin regatear un céntimo. Lo hizo desmontar en piezas, lo embarcó y se lo trajo hasta Iquitos con tuercas y  tornillos inclusive. La primera casa prefabricada de la historia, queridos oyentes. Aquí, la construcción fue montada con todo cuidado, bajo la amorosa dirección del propio del Águila. Ya saben la razón de la presencia en Iquitos de esta curiosa y sin igual obra artística.
Como anécdota postrera es preciso añadir que, en su gesto simpático y en su noble afán de enriquecer el acervo urbanístico de su tierra, don Anselmo del  Águila cometió también una temeridad, al no percatarse que el material de la casa que compraba era muy adecuado para el frío polar de la culta Europa, pero algo muy distinto resultaba el caso de Iquitos, donde una mansión de metal, con las temperaturas que sabemos podía constituir un serio problema. Es lo que sucedió, fatalmente. La casa más cara de Iquitos se reveló  inhabitable porque el sol la convertía en una caldera y no se podían tocar sus paredes sin que a la gente se le ampollaran las manos. Del Águila no tuvo otro remedio que vender la casa a un amigo, el  cauchero Ambrosio Morales, quien se creyó capaz de resistir la  infernal atmósfera de la Casa de Fierro, pero tampoco lo consiguió. Y así estuvo cambiando de propietario año tras año, hasta que se encontró la  solución ideal: convertirla en el Club Social Iquitos, institución que está deshabitada en horas del día, cuando la Casa de Fierro echa llamas, y se realza con la presencia de nuestras damitas más agraciadas y nuestros caballeros más distinguidos, en las tardes y noches, horas en que el fresco la hace acogedora y templada. Pero el Sinchi piensa que, teniendo en cuenta su ilustre progenitor, la Casa de Fierro debería ser expropiada por la Municipalidad y convertida en un museo o algo parecido, dedicado a los años áureos de Iquitos, el período del apogeo del caucho, cuando nuestro preciado oro negro convirtió a Loreto en la capital económica del país. Y con esto,  amables oyentes, se cierra nuestra primera sección: UN POCO DE CULTURA.


Mario Vargas Llosa, Pantaleón y las visitadoras.
Buenos Aires, Alfaguara, 2008.

14 agosto 2014

Tarde o temprano

Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.

Jorge Luis Borges, Funes el memorioso.

Enemigos

Pensé que un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país: no de luciérnagas, palabras, jardines, cursos de agua, ponientes.


Jorge Luis Borges, El jardín de senderos que se bifurcan.

06 agosto 2014

Un suplemento obligatorio

[...] si bien es verdad que la primera consecuencia del movimiento socrático fue una descomposición de la tragedia dionisíaca, una experiencia significativa de la vida de Sócrates nos obliga a preguntarnos si necesariamente hay entre el socratismo y el arte una antinomia irreductible y si la idea de un Sócrates "artista" es algo absolutamente contradictorio en sí.
  En efecto, aquel lógico despótico tuvo, de cuando en cuando, el sentimiento de una omisión, de una laguna, de un pesar, de un deber quizá incumplido. Contaba a sus amigos, en su prisión, que se le aparecía a veces en su sueño una sombra, siempre la misma, y que le repetía todos los días las mismas palabras: "¡Sócrates, ejercítate en la música!". Hasta sus últimos momentos se había tranquilizado con la idea de que la filosofía es el arte supremo que nos han legado las musas, y no podía imaginarse que una divinidad hubiese venido a recordarle que ejercite la "música común, popular". Por último, en su prisión, para aliviar completamente su conciencia, se decidió a ocuparse de esta música que tan poco estimaba. Y en esta situación de ánimo compuso un himno a Apolo y puso en verso algunas fábulas de Esopo. Lo que lo impulsó a estos ejercicios fue algo análogo a la voz de su daimón familiar, fue su intuición apolínea de que se encontraba como un rey bárbaro, ignorante, ante una imagen noble y divina, y que corría el riesgo de ofender a una divinidad con su ignorancia. Estos sueños de Sócrates y esta aparición son el único indicio de una duda, de una preocupación sobre los límites de la naturaleza lógica; quizá, se debió decir a sí mismo, lo que no es comprensible para mí no es necesariamente lo incomprensible. Quizá haya una región de la sabiduría de la cual está desterrado el lógico. Quizá sea el arte un correlato, un suplemento obligatorio de la ciencia.


Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia.
Buenos Aires, Terramar, 2010.

08 julio 2014

El arco rival

Los españoles no pueden entenderlo, aferrados al tomo rectangular de la Academia, donde han registrado marco como denominación oficial, remiten la cuestión a un asunto de ángulos y geometrías. No pasa por ahí, claro. Porque la oposición no es de forma --lo recto y quebrado versus lo curvo-- sino de sentido. El marco español es apenas la parte externa de una entidad mayor y vulgar, la puerta, la portería, con su consabido y burocrático portero --"Villa estrella su cabezazo en el marco de la portería de Casillas", dirá un castizo relator--, mientras nuestro arco nombra otro tipo de cosa, una totalidad celebratoria de triunfo y desfile que es a la vez el hueco y los límites que lo configuran.
Son actitudes que el lenguaje revela: arco es algo precisamente hecho para ser atravesado, está enfrente, es el arco rival; la puerta está hecha para poder cerrarse y debe ser defendida, es la puerta propia. Por imposición lingüística o por tradición estratégica, se puede afirmar que los equipos españoles se paran en la cancha delante de su portería; por el contrario --al menos teóricamente--, los argentinos lo hacen frente al arco rival.


Juan Sasturain, La patria transpirada.
Buenos Aires, Sudamericana, 2010. 

07 julio 2014

La moral cristiana

El cristianismo fue, desde su origen, esencial y básicamente, asco y disgusto frente a la vida, que no hacen más que disimularse y ocultarse bajo la máscara de la fe en "otra" vida, en "una vida mejor". El odio al "mundo", el anatema de las pasiones, el miedo a la belleza y a la voluptuosidad, un más allá futuro inventado para denigrar mejor el presente, un deseo de aniquilación, de muerte, de reposo, hasta llegar al "sábado de los sábados": todo esto, así como la voluntad absoluta del cristianismo de tener en cuenta sólo valores morales, me pareció siempre la forma más peligrosa, más siniestra, de una "voluntad de aniquilamiento", por lo menos un signo de laxitud morbosa, de profundo abatimiento, de agotamiento, de empobrecimiento de la vida, pues, en nombre de la moral (en particular, de la moral cristiana, es decir, absoluta), debemos siempre e ineludiblemente condenar la vida, porque la vida es algo esencialmente inmoral; debemos, en fin, ahogar la vida bajo el peso del menosprecio y de la eterna negación, como indigna de ser deseada y como lo no válido en sí. La moral misma, ¿no sería una "voluntad de negación de la vida", un secreto instinto de aniquilamiento, un principio de ruina, de decadencia, de calumnia, un comienzo de un fin, y, por consiguiente, el peligro de los peligros?...


Friedrich Nietzsche, Ensayo de autocrítica (1886), en El origen de la tragedia.
Buenos Aires, Terramar, 2010.

23 junio 2014

Efecto nivelador

La virtud de la modestia es un gran invento para la canalla, ya que, según aquélla, cada uno debe hablar de sí mismo como si perteneciera a esta última, lo cual produce un extraordinario efecto nivelador del que podría deducirse que lo único que existe es la canalla.

=
Arthur Schopenhauer, Aforismos sobre el arte de saber vivir.

18 junio 2014

Opiniones

No existe ninguna opinión, por absurda que sea, que los hombres no hagan propia apenas se ha llegado a convencerles que tal opinión es universalmente aceptada. El ejemplo vale para sus opiniones y su conducta: son ovejas que van detrás del carnero guía adonde las lleve. Les resulta más fácil morir que pensar.
[...]
La universalidad de una opinión no es una prueba ni un índice de su veracidad.
[...]
Son pocos los que piensan, pero todos quieren tener opiniones. ¿Y qué les queda más que tomarlas de otros en lugar de formárselas por su propia cuenta? Dado que esto es lo que sucede, ¿qué puede valer la voz de cientos de millones de personas?


Arthur Schopenhauer, El arte de tener siempre la razón.
Punto de Lectura, Buenos Aires, 2011.

16 junio 2014

La verdadera pizza

Vos seguí mi ideología: la única pizza verdadera es la de masa gruesa, muzzarella que se desborda, mucho aceite y punto. Cuando entrás a un lugar y te traen un menú con treinta y cuatro variedades de pizza, rajá. Es un antro de gente moderna. O sea, de putitas finas, de trolos de alta costura y de políticos afanancios.


José Pablo Feinmann, Grandeza y decadencia de Roque, el pizzero.
Nota completa: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-248618-2014-06-15.html

29 mayo 2014

Sólo

En la soledad, donde uno se remite a su propia compañía, se muestra lo que cada cual tiene en su interior. En ella solloza el zopenco vestido de púrpura bajo el lastre de su mísera individualidad, mientras el hombre inteligente puebla el más árido desierto con sus pensamientos.

==
Arthur Schopenhauer, Aforismos sobre el arte de saber vivir, Punto de lectura, Buenos Aires, 2011.

27 mayo 2014

El talento de la cicatería

A Billy Sánchez no le habría alcanzado la vida para descifrar los enigmas de ese mundo fundado en el talento de la cicatería. Nunca entendió el misterio de la luz de la escalera que se apagaba antes de que él llegara a su piso, ni descubrió la manera de volver a encenderla. Necesitó media mañana para aprender que en el rellano de cada piso había un cuartito con un excusado de cadena, y ya había decidido usarlo en las tinieblas cuando descubrió por casualidad que la luz se encendía al pasar el cerrojo por dentro, para que nadie la dejara encendida por olvido. La ducha, que estaba en el extremo del corredor y que él se empeñaba en usar dos veces al día como en su tierra, se pagaba aparte y de contado, y el agua caliente, controlada desde la administración, se acababa a los tres minutos. Sin embargo, Billy Sánchez tuvo bastante claridad de juicio para comprender que aquel orden tan distinto del suyo era de todos modos mejor que la intemperie de enero, y se sentía además tan ofuscado y solo que no podía entender cómo pudo vivir alguna vez sin el amparo de Nena Daconte.

=
Gabriel García Márquez, El rastro de tu sangre en la nieve.

19 mayo 2014

No hay arte sin interés

Existe la utilidad como factor del origen e intención del arte.
El significado de la utilidad es aquí mucho más amplio y diverso que una utilidad comúnmente considerada económica y empírica. Lo útil compete a los fenómenos como el alma, el pensamiento, la satisfacción intelectual, el regocijo, la fruición. El placer de la pertenencia también concierne a lo útil... Allí se entrelaza con otro concepto: el interés.
[...]
No hay arte sin interés, pues precisamente este ingrediente estimula la fuerza del deseo, esta fuerza que provoca la perpetua búsqueda por el objeto amado. "Amamos aquello que no tenemos", confirma Platón. El interés visceral del arte reside justo en esta cuestión: nunca se posee, siempre se escapa a otros territorios para que el hombre se abra hacia él, insatisfecho y esperanzado, y que siga buscándolo para siempre.
La verdadera obra de arte nunca podrá ser un medio de satisfacción: con mayor o menor fuerza insta al receptor a avanzar en la ruta del deseo.


Marta Zátonyi, Arte y creación, Capital intelectual, Buenos Aires, 2007.

29 abril 2014

Inmortalidad

Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones, esa convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o a castigarlo.


Jorge Luis Borges, El inmortal.

22 abril 2014

La alienación

Allá en los años mozos, fui cajero de banco.
Recuerdo, entre los clientes, a un fabricante de camisas. El gerente del banco le renovaba los préstamos por pura piedad. El pobre camisero vivía en perpetua zozobra. Sus camisas no estaban mal, pero nadie las compraba.
Una noche, el camisero fue visitado por un ángel. Al amanecer, cuando despertó, estaba iluminado. Se levantó de un salto.
Lo primero que hizo fue cambiar el nombre de su empresa, que pasó a llamarse Uruguay Sociedad Anónima, patriótico título cuyas siglas son: U.S.A. Lo segundo que hizo fue pegar en los cuellos de sus camisas una etiqueta que decía, y no mentía: Made in U.S.A. Lo tercero que hizo fue vender camisas a lo loco. Y lo cuarto que hizo fue pagar lo que debía y ganar mucho dinero.


Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.

21 abril 2014

Porvenires

--¿Le preocupa, Borges, lo que habitualmente se denomina el porvenir de la humanidad?
--Mi preocupación sería vana; no modificaría el curso prefijado por los ángeles deficientes que urdieron esta guarangada que es el mundo que habitamos. Mi preocupación sería una petulancia.
--¿Adónde cree que va a parar el mundo?
--Lo único que sé es que va a parar a algo muy distinto del presente. Y pienso que cualquier presente es siempre bastante difícil.
--Ah, entonces al menos cree que el mundo va a desembocar en algo y no en el exterminio total.
--No, en el exterminio no creo. Por ejemplo, si pensamos en el siglo XIX vemos que fue muy distinto del XVIII y el XVIII muy distinto del XVII. De modo que el siglo XXI será muy distinto del XX.
--¿Distinto en qué?
--Posiblemente en el XXI a nadie le interesen las máquinas y no exista el periodismo... Posiblemente a nadie le interese la política, la arquitectura retorne a las casas bajas, los vehículos desaparezcan y los aviones se vuelvan innecesarios porque nos daremos cuenta de que no vale la pena andar de un lado para otro... Lo único que sabemos con certeza del porvenir o de los porvenires, es que serán distintos. Es cuestión de mirar hacia atrás: en la Edad Media y aún en el siglo XVII, la teología era la pasión de la gente; los campesinos en Escocia discutían sobre temas teológicos. Y ya vemos, ahora muy pocos discuten sobre teología. Del mismo modo es muy probable que los temas que hoy interesan, no interesen a nadie en el siglo XXI, por ejemplo las formas de gobierno. Creo y deseo que en el porvenir los políticos dejen de ser ridículos hombres públicos y no exista la política y que, con ello, desaparezcan las fronteras, esa cosa absurda. Además, en este mundo, los bienes deberían ser mejor repartidos, ¿no?
--Me alegra, me sorprende un poco escuchar esto de sus labios, Borges. Entonces no era cierto que el futuro no lo preocupa.
--Lo cierto es que mi preocupación de nada sirve. Yo puedo ahora blasfemar contra el desmedido cuello de la jirafa, pero eso no modificará a la jirafa.


Rodolfo Braceli, Borges-Bioy. Confesiones, confesiones. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

08 abril 2014

Inmortalidad

Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia.

.
Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel.

28 marzo 2014

No se hace dedo así nomás

--[...] Ahí tenés que hacer dedo. Pero yo te voy a decir cómo.
  Daniel le miró los ojos vidriosos. Hacía una pausa después de cada cosa que decía, como si les diera tiempo a las palabras para que se acomodaran en la cabeza del otro.
  --No hacés dedo así nomás en el medio de la ruta. Tenés que ir a donde frenan los autos y los camiones y preguntarles si te pueden llevar. Eso de hacer dedo en el medio de la ruta es un bolazo de las películas. El tipo que viene a ciento sesenta está en otra dimensión, no va a frenar para llevar a un loco que camina en el medio del campo, ¿me entendés? Vos vas a una estación de servicio o a algún lugar donde están frenados, y les preguntás si te pueden llevar. Los que más te llevan son los camioneros. Si ves que el camionero es paraguayo, no te subís, son delincuentes. Y de noche le metés pata, ni pierdas tiempo. De noche nadie se anima a llevar gente, así que te conviene caminar. Yo una vuelta, sin darme cuenta, caminé de Holt hasta cerca de los puentes. Cuando aclaró y vi dónde estaba, no lo podía creer. Si la pegás y te lleva uno derecho a Buenos Aires, en medio día estás ahí. Si el que maneja te conversa, conversás; si ves que se queda callado, cerrás el pico. A mí uno, como me puse muy preguntón, cuando paró en una estación de servicio y yo fui a echar una meada, me dejó plantado. --El gordo Carboni miró hacía un costado como recordando y se rió.-- Si habré andado por ahí.[...]

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Pedro Mairal, Una noche con Sabrina Love, Aguilar, Buenos Aires, 1998.

23 marzo 2014

Kitsch musical

A veces el Kitsch se halla en el mensaje, a veces en la intención del que lo recibe o del que lo ofrece como producto distinto de aquello que realmente es. Por ejemplo, un modelo de Kitsch musical lo constituye el Concierto de Varsovia de Addinsell, con su acumulación de efectos patéticos y sugestiones imitativas ("¿oyes?, son los aviones que están bombardeando"), utilizando reclamos chopinianos a mansalva. Y es un modelo de disfrute Kitsch aquel fragmento de Malaparte en que describe (en La piel) una reunión de oficiales ingleses, en que se escuchan las notas de esta música, que al autor le parece en los primeros momentos Chopin, pero que luego se revela como un Chopin falso y adulterado, cuando uno de los presentes exclama con delicia: "Addinsell es nuestro Chopin". En este sentido, la mayor parte de la música considerada ritmo-sinfónica, en su deseo de amalgamar la gracia de la música de baile, la osadía del jazz y la dignidad del sinfonismo clásico, no consigue efectos distintos de los que consigue Addinsell. Pero cuando el compositor es un hombre dotado, puede ofrecer un producto que tenga una necesidad estructural, que pueda escapar al Kitsch y convertirse en un correcto producto medio, una agradable divulgación de los más arduos universos musicales.
Tal es, por ejemplo, la Rapsodia in blue, de Gershwin, al cual es imposible negar cierta originalidad de soluciones, y un considerable frescor al resucitar material folclórico americano en forma inopinada. Pero en el momento en que esta composición (legítimamente audible como distensivo y honesto estímulo de relajamiento y de fantasía) es interpretada en una gran sala de conciertos, dirigida por un director de frac, y escuchada por un público interesado en celebrar los ritos tradicionales del sinfonismo, se convierte inevitablemente en Kitsch, porque estimula reacciones no proporcionadas a sus intenciones y a sus posibilidades. Es descodificada siguiendo un código que no es el original.


Umberto Eco, Apocalípticos e integrados, Sudamericana, Buenos Aires, 2013.

11 marzo 2014

Televisión y libertad

En todas las cosas de la vida habría caos, si no introdujéramos reglas. Eso tampoco es todo. Para funcionar, el mercado necesita no sólo reglas, sino también una cierta cantidad de confianza, autodisciplina y cooperación. Por eso vuelvo a mi argumento de que la televisión tiene un enorme poder sobre la mente humana, un poder que no existió nunca antes. Si no restringimos su influencia, seguirá alejándonos de la civilización. Y al final del túnel, no hay nada más que violencia. Comencé a hacer sonar estas alarmas hace cuatro o cinco años, pero no han tenido ningún efecto. Sé que nadie quiere detener este terrible poder.

[...]

Todos en cierta forma compartimos la responsabilidad del gobierno, aunque no somos directamente parte de él. Pero nuestra responsabilidad compartida requiere libertad, muchas libertades: libertad de expresión, libre acceso a la información y libertad para impartirla, libertad para publicar, y muchas libertades más. Y un "exceso" de estatismo lleva a la falta de libertad. Pero existe también algo así como un "exceso" de libertad. Lamentablemente, se puede abusar de la libertad, al igual que del poder del estado. Uno puede abusar de la libertad de expresión y de prensa, por ejemplo, brindando información falsa o instigando a una revuelta. Casi del mismo modo, el poder del estado puede abusar con cualquier limitación a la libertad.
Necesitamos la libertad para impedir que el estado abuse de su poder, y necesitamos al estado para impedir el abuso de libertad. Este es un problema concreto que quizás nunca se resuelva en lo abstracto por medio de leyes; es necesaria una corte institucional, y buena voluntad más que nada en el mundo.



Karl Popper, entrevistado por Giancarlo Bosetti, en La lección de este siglo, Temas, Buenos Aires, 1998.

18 febrero 2014

Sócrates

Sócrates, al aceptar en su misticismo el concepto pitagórico de la ciencia como camino de purificación y liberación espiritual, presenta ya la idea del sabio que habría de predominar más tarde en la filosofía postaristotélica; la idea de un hábito y ejercicio de autodominio en que la ciencia o sabiduría se identifica con la fuerza del carácter, y la falta de ella con la debilidad espiritual que transforma al hombre en esclavo de los impulsos irracionales.

Rodolfo Mondolfo, Sócrates, Eudeba, Buenos Aires, 1996.

07 febrero 2014

Manipulado

Levantando la vista hacia lo oscuro, me vi como una criatura manipulada y puesta en ridículo por la vanidad; y mis ojos ardieron de angustia y de rabia.

James Joyce, Arabia.

28 enero 2014

Almacenamiento estético caducado

Algunas novelas italianas que han obtenido recientemente éxitos estrepitosos, deben su fortuna precisamente a los motivos expuestos por MacDonald a propósito de El viejo y el mar: divulgan posturas culturales vacías ya de su fuerza inicial y ostensiblemente banalizadas (cómplice, la habituación del gusto a través de los años) y los colocan a nivel de un público perezoso, que cree gozar de valores culturales nuevos cuando en realidad no hace más que enfrentarse a un almacenamiento estético caducado ya.

Umberto Eco, Apocalípticos e integrados, Sudamericana, Buenos Aires, 2013.

27 enero 2014

Malevaje

Perfilados bien por un fondo de paredes celestes o de cielo alto, dos compadritos envainados en seria ropa negra bailan sobre zapatos de mujer un baile gravísimo, que es el de los cuchillos parejos, hasta que de una oreja salta un clavel porque el cuchillo ha entrado en un hombre, que cierra con su muerte horizontal el baile sin música. Resignado, el otro se acomoda el chambergo y consagra su vejez a la narración de ese duelo tan limpio. Ésa es la historia detallada y total de nuestro malevaje [...].

Jorge Luis Borges, El proveedor de iniquidades Monk Eastman, Historia universal de la infamia.

24 enero 2014

La buena nueva

"Porque no hemos venido a traer la buena nueva a los niños salvajes", decía el Pastor Dahlmann, "sino a llevar al mundo la buena nueva de que ellos existen y nos nombran con un nombre que aún no podemos comprender...".

Leopoldo Brizuela, Inglaterra, una fábula.

16 enero 2014

Realidad y ficción

Así como el científico adivina el Arquetipo de la Rosa detrás de cada rosa, los actores del Great Will creían que todos los seres humanos se correspondían con alguno de los personajes de Shakespeare. En vano alguien hubiera podido decirles que esos personajes se habían inspirado en seres de la realidad, ingleses de carne y hueso que llenaban los teatros para verse representados: era la imperfecta naturaleza de este valle de lágrimas la que se inspiraba en Shakespeare, y cada hombre era una versión, fallida por la torpeza de estos tiempos, de Romeo y Julieta, de Próspero o Miranda. Así, tratar de ser mejor en la vida era tratar de parecerse cada vez más a uno u otro personaje de Shakespeare -tarea en la que los actores eran los más avezados de los hombres.

Leopoldo Brizuela, Inglaterra, una fábula, Aguilar, Buenos Aires, 1999.

12 enero 2014

Folletos

Por ejemplo, usted toma este folleto de Curazao, ve las palmeritas, el mar, la playa maravillosa de arena blanca, el agua transparente transparente que parece un cristal, el celeste del mar, y piensa: esto es el Paraíso. Y es así, por supuesto que es así, la foto no miente. Lo que la foto no le transmite a usted es que hay días, yo no sé si por la época o por la presión ambiental o la humedad o lo que sea, que del mar viene una baranda a pescado podrido que te voltea.

Roberto Fontanarrosa, Nada del otro mundo.

Una libertad

Abríamos despacio la puerta blanca, y al cerrarla otra vez era como un viento, una libertad que nos tomaba de las manos, de todo el cuerpo y nos lanzaba hacia adelante.

Julio Cortázar, Final del juego.

09 enero 2014

Toma de decisiones

Cualquier paso serio hacia una democracia con mayor significado tendría como objetivo la disolución de la concentración del poder de toma de decisiones, que en nuestras sociedades reside principalmente en un nexo estatal-empresarial.


Noam Chomsky, Ilusiones necesarias, Terramar, La Plata, 2007.

08 enero 2014

Tres posturas sobre el terrorismo

El enorme significado del terrorismo internacional en tanto que instrumento ideológico lo ilustra la reacción que se produce cuando alguien rompe filas y documenta el papel realizado por Estados Unidos y sus clientes a la hora de llevar a cabo, organizar y apoyar al terrorismo internacional. Si este tipo de trabajo no se puede sencillamente pasar por alto, se produce una reacción frenética -- "demente", "absurdo" y "fantasías" son algunas de las frases extraídas de un comentario de 1988, que no se acompaña ni siquiera de una semblanza de discusión. Estás reacciones no dejan de tener cierto interés, y merecen que se les dediquen algunos comentarios.
Uno podría adoptar una de tres posturas en cuanto al terrorismo: (1) Lo podemos atribuir a los enemigos oficiales, sean los hechos que sean. (2) Podemos descartar la discusión del terrorismo en su totalidad como tonterías cuya motivación es ideológica, y que no merecen atención. (3) Podemos tomar en serio el fenómeno, investigarlo, y dejar que sus trozos caigan donde puedan. Basándonos en presunciones racionales, descartamos la primera postura y aceptamos la tercera. La segunda postura es al menos discutible, aunque en mi opinión está equivocada; creo que existen todos los motivos para tomar el terrorismo en serio, y el concepto es tan claro como la mayoría de los que entran en el discurso político.
Pero las consideraciones de racionalidad no vienen al caso. La primera postura, totalmente irracional, es la norma en los medios de comunicación y en lo que se escribe sobre el terror, y predomina de manera abrumadora. La segunda postura se considera como más o menos tolerable, ya que absuelve a Estados Unidos y a sus clientes de toda culpa, si se descartan sus intentos de manipulación ideológica. La tercera postura, por el contrario, está totalmente fuera de lugar, ya que si la adoptamos, alcanzamos rápidamente conclusiones totalmente inaceptables, descubriendo, por ejemplo, que Miami y Washington han estado entre los principales centros mundiales del terrorismo internacional desde la etapa de Kennedy hasta la fecha, sea cual sea la definición del terrorismo (ya sea la del Código de EEUU, la de los convenios internacionales, la de los manuales militares o cualquier otra).
Noam Chomsky, Ilusiones necesarias, Terramar, La Plata, 2007.

01 enero 2014

Los prospectos

Mamá le dijo que era muy raro porque en el prospecto de la máquina decía que el humo no era dañino para las plantas, y el señor Negri le contestó que no hay que fiarse de los prospectos, que lo mismo es con los remedios que cuando uno lee el prospecto se va a curar de todo y después a lo mejor acaba entre cuatro velas.

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Julio Cortázar, Los venenos, en Final del juego, Alfaguara, Buenos Aires, 2011.