15 abril 2017

Ficción real

—Usted está detenido.—Pero ¿cómo puedo estar detenido, y de esta manera?—Ya empieza usted de nuevo —dijo el vigilante, e introdujo un trozo de pan en el tarro de la miel—. No respondemos a ese tipo de preguntas.—Pues deberán responderlas. Aquí están mis documentos de identidad, muéstrenme ahora los suyos y, ante todo, la orden de detención.—¡Cielo santo! —dijo el vigilante—. Que no se pueda adaptar a su situación actual, y que parezca querer dedicarse a irritarnos inútilmente, a nosotros, que probablemente somos los que ahora estamos más próximos a usted entre todos los hombres.
—Así es, créalo —dijo Franz, que no se llevó la taza a los labios, sino que dirigió a K una larga mirada, probablemente sin importancia, pero
incomprensible. K incurrió sin quererlo en un intercambio de miradas con Franz, pero agitó sus papeles y dijo:
Aquí están mis documentos de identidad.
—¿Y qué nos importan a nosotros? —gritó ahora el vigilante más alto—. Se está comportando como un niño. ¿Qué quiere usted? ¿Acaso pretende al hablar con nosotros sobre documentos de identidad y sobre órdenes de detención que su maldito proceso acabe pronto? Somos empleados subalternos, apenas comprendemos algo sobre papeles de identidad, no tenemos nada que ver con su asunto, excepto nuestra tarea de vigilarle diez horas todos los días, y por eso nos pagan. Eso es todo lo que somos. No obstante, somos capaces de comprender que las instancias superiores, a cuyo servicio estamos, antes de disponer una detención como ésta se han informado a fondo sobre los motivos de la detención y sobre la persona del detenido. No hay ningún error. El organismo para el que trabajamos, por lo que conozco de él, y sólo conozco los rangos más inferiores, no se dedica a buscar la culpa en la población, sino que,como está establecido en la ley, se ve atraído por la culpa y nos envía a nosotros, a los vigilantes. Eso es ley. ¿Dónde puede cometerse aquí un error?
—No conozco esa ley —dijo K.
—Pues peor para usted —dijo el vigilante.
—Sólo existe en sus cabezas —dijo K, que quería penetrar en los
pensamientos de los vigilantes, de algún modo inclinarlos a su favor o ir ganando terreno. Pero el vigilante se limitó a decir:
—Ya sentirá sus efectos.

Franz Kafka, El proceso.


Siendo aproximadamente las 1:30 Hs a.m., constaté la presencia de personal policial en las inmediaciones de la playa de estacionamiento de nuestra Facultad, a lo cual me acerqué al portón del estacionamiento, sin salir del predio, para poder dialogar con el jefe de la unidad.Al acercarme comuniqué a uno de los policías que soy el Presidente del Centro de Estudiantes y al interpelar al policía por las autorizaciones policiales, comunicó que se contaba con las autorizaciones jurisprudentes correspondientes para el desarrollo de ese evento en el ámbito de la facultad y que mi función en ese momento era asegurar que las actividades se desarrollen con total tranquilidad. Todo esto en un diálogo de absoluto respeto por mi parte, lo cual no puede ser negado por ningún agente presente. A lo que me responde uno de los policías con total prepotencia que querían hablar con otro encargado y que no iban a dialogar conmigo aludiendo que me encontraba en estado de ebriedad (el examen toxicológico posterior realizado por el médico policial me dio negativo, no había ingerido alcohol).En ese momento intuí que el agente policial estaba buscando encontrar una solución alternativa para recién retirarse.En ningún momento me comunicaron que la música estaba en volumen alto, ni tampoco que habían alteraciones del orden público, ellos estaban presente y lo pudieron vivenciar, la única alteración del orden la estaban produciendo ellos mismos (para los que desconocen, el buffet donde se realizaba el agasajo se encuentra a más de 40 metros adentro desde la calle y es un espacio cerrado), sin embargo solicite por mi parte que de todas formas se merme la música.Al notar una alteración del agente al ver que la actividad continuaba con su desarrollo normal y una obsesión por ingresar al predio de la facultad, decido permanecer al lado del portón para asegurar que no se presente ningún conflicto, sin dialogar desde ese momento con ningún agente y permaneciendo totalmente tranquilo. En un momento dado se acercó un docente y egresado al portón a intentar dialogar con los agentes policiales para ver si existía algún problema, el cual les respondió muy agresivamente por el hecho de estar en un evento que ellos consideraban ilegal y advirtiendoles que iban a realizar control de alcoholemia en la salida, a lo cual no se manifestó ninguna objeción y decidieron no seguir dialogando con el agente por el exceso de alteración que este manifestaba.Posteriormente se presenta un compañero al portón manifestando a los policías que no podían ingresar por no ser su jurisdicción, a los cual los agentes respondieron con malas palabras y entonces procedí a retirar al compañero para evitar que se inicie una confrontación verbal. Imagino que fue la gota que rebalsó el vaso, porque el policía respondió posteriormente “yo entro y los levantó a todos”. En este momento note que el ingreso iba a ser inevitable, el portón de la playa de estacionamiento si bien estaba cerrado, no tenía candado, cadena, ni pasador. Posteriormente este agente después de haber realizado una llamada se dirige hacia el portón, le da una patada, e ingresan aproximadamente diez agentes violentamente, trotando con armas largas en mano en dirección de los estudiantes, muchos de ellos se aterran corren en todas direcciones, los cuales algunos son perseguidos por los agentes armados. Ante lo que estaba sucediendo, me dirijo hacia donde se encontraba (al parecer) la jefa policial de la operación y le consultó literalmente en un tono tranquilo y respetuoso (lo cual también puede ser atestiguado por los agentes y estudiantes presentes), “disculpe, usted tiene una autorización para ingresar a la facultad?” , a los que ella responde , “A el deténganlo primero” señalándome a mí, “por canchero” . Posteriormente se dirigen hacia mi persona dos agentes de policía y yo ante el acto de total injusticia que se estaba realizando hacia mi persona y hacia mis compañeros a fin de resguardar su integridad trato de dirigirme hacia ellos a lo cual los policías hacen maniobras violentas para inmovilizarme, sin yo reaccionar con agresiones físicas ni verbales hacia ninguno de ellos, simplemente tratando de evitar el sometimiento físico innecesario, por lo cual acuden dos agentes más, los cuales me arrojan al suelo al darme rodillazos y patadas y me arrastran entre cuatro por el playón de la facultad hacia el móvil, golpeándome constantemente en el trayecto (quiero resaltar que yo no reaccione violentamente hacia ningún agente, era muy consciente que no debía hacerlo y esto puede ser constatado posteriormente por el hecho de no habérsele hecho ninguna infracción en ese sentido).Una vez trasladado al móvil, los policías, intentan esposarme a las vez que me inmovilizaban los brazos y en ese momento les pido me expliquen porque me detienen, lo que solo escucho es “ya te vamos a decir”. Me lesionan las muñecas (lo cual es constatado posteriormente por los médicos policiales y por médicos del hospital Pablo Soria, es la lesión más evidente que presentó con hematomas y cortes en las muñecas).Estando esposado en el móvil consulté constantemente cuál era el motivo de mi detención. Se lo pregunté a tres policías incluyendo a la agente que ordenó mi detención, a lo cual ninguno me respondió, ya cansados por mi insistencia uno de los agentes me dice que en la comisaría me van a dar los motivos.Posteriormente soy trasladado a la seccional primera donde accedo a dar mis datos y pertenencias, Quiero mencionar que ninguno de los agentes estaba identificado, pedí que se identifiquen pero ninguno accedió. Luego se me solicita que me quite la ropa para la requisa y les digo a los agentes que si estoy siendo tratado como un delincuente que se me den las razones de mi detención. Uno de ellos me responde que la razón era la resistencia al arresto, a lo que le pregunto entonces cual era el motivo del arresto inicial al cual me resistí, lo cual no me supo responder. Ya cansado uno de los agentes por mis preguntas incesantes, se dirige hacia a mí y me dice que me saque la ropa, que no me lo estaba preguntando, sino que era una orden, y si no lo hacía por la buenas, iba a hacerse por las malas. A lo cual respondí que si no se me dan los motivos de mi detención no iba a acceder a proceder con el protocolo, que en todo caso lo hagan ellos mismos, y que yo no iba a ofrecer resistencia física, a lo cual me responde que él no me tiene que dar ningún tipo de explicación y que entonces que se iban a hacer las cosas por las malas. En ese momento me vuelve a esposar, se pone en mi espalda y empieza a asfixiarme levantándome constantemente del cuello con su brazo, esto en presencia de al menos otros tres agentes más. Cuando el agente notó que yo no podía soportar más la asfixia me arrojó al suelo, al cual caí de cabeza lesionándome la frente sin poder poner las manos por lo que me encontraba esposado. Una vez en el suelo el agente colocó su rodilla entre mis muñecas, para lesionarme con las esposas, diciéndome que iba a permanecer así hasta que cambie de opinión y acceda a lo que me estaban pidiendo. Pasaron así aproximadamente quince minutos y al ver que permanecía decidido a que me den respuestas, tirado de frente al suelo seguía haciendo preguntas de mi detención y me dirigía hacia los demás agentes advirtiendoles que ellos estaban siendo testigos de las agresiones que estaba sufriendo, decidieron traer un testigo civil, me volvieron a levantar y en presencia del testigo los policías cambiaron su actitud violenta. Yo al ver que no iba tener respuesta simplemente accedí a proceder con el protocolo.Cuando me llevaron a la celda y estando en esta, pedí constantemente que se permita realizar una llamada y se me negó la misma en todo momento.Aproximadamente a las cuatro de la mañana (consulté la hora al policía), me llevaron a hacer registro de datos a la estación central, me marcaron los dedos y posteriormente me hicieron las pericias médicas. Conté la agresión física sucedida al policial médico la cual tomo nota de todas las lesiones producidas, en la facultad y en la comisaría. Aproveché el momento y consulté nuevamente cuál era el motivo de mi detención, a lo cual me responde el agente a cargo, que yo estaba ahí por averiguación de antecedentes, a lo que le consulte si necesariamente tenía que estar esposado, detenido y en una celda por ese motivo, a lo que me responde que sí, que era lo que correspondía.Aproximadamente a las diez de la mañana fui liberado y procedí a hacer las denuncias correspondientes en la regional número 1. Lo mencionado aquí está en mi denuncia, la cual apenas pude hacer, porque me encuentro y me encontraba prácticamente sin voz por la lesión producida en mi garganta por el ahorcamiento.Quienes me conocen, conocen mi integridad moral y saben que yo no falto a la verdad. Lo plasmado aquí fue plasmado en mi denuncia como declaración jurada.
Carta de Joaquín Quispe, Presidente del Centro de Estudiantes y Consejero académico Estudiantil de la Facultad de Ciencias Agrarias.
http://www.laizquierdadiario.com/Carta-de-Joaquin-Quispe-relato-de-la-brutal-avanzada-policial-contra-estudiantes

12 abril 2017

Capital humano

La creación de una fuerza de trabajo altamente productiva dio lugar a la teoría del llamado «capital humano», que es una de las ideas económicas vigentes más disparatadas que cupiera imaginar. Encontró su primera expresión  en  los  escritos  de  Adam  Smith.  Tal  como  él  argumentaba,  la adquisición de talentos productivos por parte de los trabajadores «mediante la educación, el estudio o el aprendizaje, supone siempre un gasto real, destinado a la preparación del sujeto que los adquiere, y viene a ser como un capital fijo y realizado, por decirlo así, en su persona. Así como esos talentos  forman  parte  del  patrimonio  del  individuo,  de  igual  suerte  integran el  de  la  sociedad  a  la  cual  aquel  pertenece.  La  destreza  perfeccionada  de un operario se puede considerar bajo el mismo aspecto que una máquina o instrumento productivo, que facilita y abrevia el trabajo y que, aunque ocasiona  algunos  gastos,  los  retorna  acompañados  de  un  beneficio».  La cuestión,  por  supuesto,  es  quién  paga  la  factura  por  la  creación  de  tales talentos  –los  trabajadores,  el  Estado,  los  capitalistas  o  alguna  institución de la sociedad civil (como la Iglesia)– y quién obtiene los beneficios (o el «lucro» en palabras de Adam Smith).
Evidentemente, una mano de obra cualificada y bien entrenada podría esperar razonablemente un mayor nivel de remuneración que la que no lo está, pero eso no es más que un lejano eco de la idea de que un salario más alto es una especie de ganancia por la inversión que los trabajadores han hecho  en  su  propia  educación  y  habilidades.  El  problema,  como  señaló Karl Marx en su acerba crítica de Adam Smith, es que el trabajador solo puede realizar el mayor valor de esas habilidades trabajando para el capital en condiciones de explotación, de forma que en definitiva es el capital y no el trabajador el que cosecha el beneficio de la mayor productividad del trabajo. En tiempos recientes, por ejemplo, la productividad de los trabajadores ha aumentado pero la proporción que se les cede de lo producido ha disminuido. En cualquier caso, si lo que el trabajador posee auténticamente en forma corpórea fuera capital –señalaba Marx–, podría tumbarse y vivir de los intereses de su capital sin trabajar un solo día (el capital, como relación de propiedad, siempre tiene a su alcance esa opción). Por lo que yo sé, la principal consecuencia de la resurrección de la teoría del capital humano, realizada por Gary Becker en la década de 1960, fue enterrar la importancia de la relación de clase entre capital y trabajo y hacerla parecer como si todos fuéramos capitalistas que obtenemos distintas tasas de beneficio de nuestro capital (humano o de otro tipo). Si los trabajadores reciben  salarios  muy  bajos,  se  podría  entonces  argumentar  que  eso  solo refleja el hecho de que no han invertido suficiente esfuerzo en construir su capital humano, ¡y solo sería culpa suya que se les pague tan poco! No cabe pues sorprenderse de que las principales instituciones del capital, desde los departamentos de economía de las universidades hasta el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, abrazaran calurosamente esa ficción teórica, por razones ideológicas y no por sólidas razones intelectuales.


David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo — 1.ª ed. — Quito: Editorial IAEN, 2014.
(Cursivas y negritas nuestras)