30 junio 2012

Defensa de Sócrates

Tal vez penséis, atenienses, que he sido condenado por falta de discursos del tipo de aquellos con que yo os hubiera convencido, si hubiese considerado necesario recurrir a todo, decirlo todo, con tal de escapar del castigo. Nada más lejos de la realidad. Sí he sido condenado por cierta carencia, pero no de discursos, sino de atrevimiento y desvergüenza y de querer expresarme ante vosotros del modo que más sería de vuestro gusto, lamentándome y llorando y haciendo y diciendo muchas cosas indignas de mí, como os he dicho, del jaez de las que, como es sabido, estáis acostumbrados a oír a los demás. Pero ni entonces consideré conveniente hacer por miedo al peligro nada que fuese bajo, ni ahora me arrepiento de haberme defendido así, sino que mil veces prefiero morir habiéndome defendido de este modo, que vivir, si me hubiese defendido de aquella otra manera, pues ni en el proceso ni en la guerra debo yo, ni otro alguno, buscar el modo de rehuir la muerte apelando a cualquier medio. Por cierto que muchas veces en las batallas se hace evidente que podría uno escapar de la muerte deponiendo las armas y recurriendo a suplicar a los perseguidores, y hay otros recursos en cada clase de peligros para evitar la muerte, si uno se resigna a hacer y decir lo que sea. Y mucho me temo que no sea esto lo difícil, atenienses, rehuir la muerte, sino que resulte mucha más difícil escapar de la maldad. Y así como yo ahora partiré de aquí condenado por vosotros a la pena de muerte, estos marcharán acusados por la verdad de maldad e injusticia. Yo quedaré sujeto a la pena que se me ha impuesto y ellos a la suya. Tal vez era preciso que ello sucediera así, y creo que está bastante bien.


Platón, Defensa de Sócrates, Aguilar, Buenos Aires, 2010.

23 junio 2012

Del Amor

Toda acción, en efecto, en sí misma no es ni bella ni fea, como, por ejemplo, lo que nosotros ahora hacemos, beber, cantar o conversar. Ninguna de estas cosas en sí es bella, pero en el modo de realizarla, según se ejecute, resulte de una forma o de otra, pues si se efectúan bien y rectamente resulta bella, y, en caso contrario, torpe. De la misma manera no todo amar ni todo Amor es bello ni digno de ser encomiado, sino solo aquel que nos impulse a amar bellamente.


Platón, El banquete, Aguilar, Buenos Aires, 2010.