08 octubre 2010

Ese idioma en joda...

"Reflexionando el Colo [...] derivó indefectiblemente en la memoria de cuánto lo habían atemorizado los camioneros cuando se iba acercando, aquella noche, a Pelotas. O a Torres. O a Florianópolis. Y él iba con la familia en un Citröen, vehículo impensable para los brasileños, a disfrutar de unos días en la playa. Carro estranho había musitado un morocho girando curioso en torno al Citröen, cuando pararon en una estación de servicio. "Imposible tenerlo acá en Brasil" agregó luego. "No los fabrican" arriesgó el Colorado, amistoso. "No -sonrió el moreno-. Le cortan la capota y le roban todo". "Tudu" pronunciaba, en ese idioma en joda que ellos tienen. Y los camiones, madre mía. Enormes, prepotentes, rumorosos, terminales. En esas carreteras ondeantes, sinuosas y mojadas por la lluvia intermitente y rompepelotas. Por la noche aquellas moles se ubicaban sigilosamente detrás del Citröen y luego lanzaban sobre él un torrente de luz, una catarata enceguecedora de un blanco definitivo que bañaba la región, el asfalto, el perfil verde de los morros amenazantes, y penetraba en el interior, restallando en el espejito retrovisor como una cachetada de advertencia. Y el colo no hallaba el espacio a la derecha para tirarse. A la derecha estaba la franja blanca del límite del camino. Después, la negrura de la noche, quizás los mojones, quizás el abismo, quizás el precipicio de cientos de metros sobre el mar oscuro, tal vez una franjita mínima de tierra donde el día de mañana abriría sus brazos una pequeña cruz recordatoria de la familia argentina que plegó sus alas buscando el talco de las playas brasileñas, la amabilidad de sus aguas y el rosáceo nácar de las casquinhas del sirí."


Roberto Fontanarrosa, en el cuento Cenizas, del libro La mesa de los galanes y otros cuentos.

03 octubre 2010

El amor en los tiempos de Descartes

"[...] Pero cuando observamos en una de ellas [personas] algo que nos complace más que lo que observamos al mismo tiempo en las otras, esto determina al alma a sentir solo por esta toda la inclinación que la naturaleza nos da para buscar el bien que se nos presenta como el mayor que podamos poseer. Y a esta inclinación o este deseo que nace así de la complacencia generalmente se le llama amor. [...] También tiene efectos más extraños y es el que sirve de tema principal a los novelistas y a los poetas."


René Descartes, con su estilo único, entre científico y chabacano, en Las pasiones del alma.