21 abril 2014

Porvenires

--¿Le preocupa, Borges, lo que habitualmente se denomina el porvenir de la humanidad?
--Mi preocupación sería vana; no modificaría el curso prefijado por los ángeles deficientes que urdieron esta guarangada que es el mundo que habitamos. Mi preocupación sería una petulancia.
--¿Adónde cree que va a parar el mundo?
--Lo único que sé es que va a parar a algo muy distinto del presente. Y pienso que cualquier presente es siempre bastante difícil.
--Ah, entonces al menos cree que el mundo va a desembocar en algo y no en el exterminio total.
--No, en el exterminio no creo. Por ejemplo, si pensamos en el siglo XIX vemos que fue muy distinto del XVIII y el XVIII muy distinto del XVII. De modo que el siglo XXI será muy distinto del XX.
--¿Distinto en qué?
--Posiblemente en el XXI a nadie le interesen las máquinas y no exista el periodismo... Posiblemente a nadie le interese la política, la arquitectura retorne a las casas bajas, los vehículos desaparezcan y los aviones se vuelvan innecesarios porque nos daremos cuenta de que no vale la pena andar de un lado para otro... Lo único que sabemos con certeza del porvenir o de los porvenires, es que serán distintos. Es cuestión de mirar hacia atrás: en la Edad Media y aún en el siglo XVII, la teología era la pasión de la gente; los campesinos en Escocia discutían sobre temas teológicos. Y ya vemos, ahora muy pocos discuten sobre teología. Del mismo modo es muy probable que los temas que hoy interesan, no interesen a nadie en el siglo XXI, por ejemplo las formas de gobierno. Creo y deseo que en el porvenir los políticos dejen de ser ridículos hombres públicos y no exista la política y que, con ello, desaparezcan las fronteras, esa cosa absurda. Además, en este mundo, los bienes deberían ser mejor repartidos, ¿no?
--Me alegra, me sorprende un poco escuchar esto de sus labios, Borges. Entonces no era cierto que el futuro no lo preocupa.
--Lo cierto es que mi preocupación de nada sirve. Yo puedo ahora blasfemar contra el desmedido cuello de la jirafa, pero eso no modificará a la jirafa.


Rodolfo Braceli, Borges-Bioy. Confesiones, confesiones. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

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