28 diciembre 2014

Pesimismo prusiano

Para Schopenhauer, no hay que mentirse a sí mismo sobre este punto: el amor, aunque a veces parezca etéreo,  aunque esté maquillado a menudo de sentimentalismo,  siempre tiene su raíz en el instinto sexual. Más aún: en el fondo, sólo apunta a la reproducción de la especie. 
Dos tortolitos que, en medio del espejismo amoroso, creen actuar en función de su propio gusto y con vistas a una satisfacción absolutamente personal, en realidad no hacen más que obedecer a los intereses del rebaño. Un bebé rosado y lloroso: ese es el objetivo inconsciente de todo amor humano. Una vez disipada la ilusión romántica,  no queda más que la desconcertada contemplación de un recién nacido bastante molesto, dentro de una cuna convertida en la tumba de la pareja. Un pequeño ser tan destinado a la decadencia y la muerte como los absurdos padres que, sin consultarlo, lo condenaron a la vida.


Aude Lancelin y Marie Lemonnier, Los filósofos y el amor. De Sócrates a Simone de Beauvoir.
El ateneo, Buenos Aires, 2013.

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