23 febrero 2017

La aldea global

Cree  el  aldeano  vanidoso que  el  mundo  entero  es  su  aldea,  y  con  tal que  él quede  de  alcalde,  o  le  mortifique al  rival  que  le  quitó  la  novia,  o le  crezcan  en  la  alcancía  los  ahorros, ya  da  por  bueno  el  orden  universal, sin  saber  de  los  gigantes  que  llevan  siete  leguas  en  las  botas  y  le  pueden poner  la  bota  encima,  ni  de  la  pelea  de  los  cometas  en  el  Cielo,  que  van por  el  aire  dormidos engullendo mundos. Lo  que  quede  de  aldea en América ha de despertar. Estos  tiempos  no  son  para  acostarse con  el pañuelo  a  la  cabeza,  sino  con  las  armas  de  almohada,  como  los  varones de  Juan  de  Castellanos: las  armas  del juicio,  que  vencen  a  las  otras. Trincheras  de  ideas  valen  más  que trincheras de  piedra. 

José Martí, Nuestra América.

17 febrero 2017

Reformismo o Revolución

“El problema con el reformismo es que en un mundo barbarizado como el del capitalismo neoliberal se requieren transformaciones de fondo y no tan sólo ajustes marginales. Si, como dicen los zapatistas, «de lo que se trata es de crear un mundo nuevo», tal empresa excede con creces los límites cautelosos del reformismo. Pero, por otro lado, por decepcionante que este sea, los movimientos populares no pueden permanecer cruzados de brazos hasta que llegue el «día decisivo» de la revolución. El problema de algunos sectores de la izquierda latinoamericana radica precisamente en la persistencia de un «revolucionarismo abstracto», huérfano de eco entre las masas pero dotado de virtudes balsámicas capaces de apaciguar con la radicalidad de sus consignas los espíritus dominados por una ardiente impaciencia que los lleva a pronosticar una y mil veces la inminencia del estallido revolucionario. Pero la historia no la cambian las consignas a menos que estas se encarnen en el sujeto popular. «Pan, tierra y paz» se convirtió en una fuerza motora de la Revolución Rusa no en virtud de la sencilla elocuencia de su formulación sino porque, en un momento exacto del desarrollo de las luchas de clases en la Rusia zarista, Lenin interpretó cabalmente el sentir y las aspiraciones inmediatas y no negociables de soldados, campesinos y obreros. En ausencia de esta encarnadura social, el «revolucionarismo abstracto» es apenas una forma sublimada y más compleja de admitir la propia incapacidad para cambiar el curso de la historia. Conviene recordar, además, que en nuestros países los desafíos que las reformas plantean a las clases dominantes dieron lugar a feroces contrarrevoluciones que ahogaron en un baño de sangre tales tentativas. Se equivoca quien cree que el reformismo es un debate cortesano y caballeresco acerca de los bienes públicos y el rumbo gubernamental. Quien invoca a la reforma en América latina conjura en su contra a todos los monstruos del establishment: los militares y los paramilitares; la policía secreta y la CIA; la Embajada norteamericana y la «prensa libre»; los «combatientes por la libertad» y los terroristas organizados y financiados por las clases dominantes de aquí y de allá. En América Latina el camino de las reformas está lejos de ser un paseo por un prado rebosante de flores. Para nuestras derechas, las reformas no son un sustituto sino un catalizador de la revolución, y por eso no ahorran sangre para combatirlas.”


Pasaje de: Borón, Atilio. “Socialismo siglo XXI.” ePubLibre, 2008-10-01. iBooks.