Comunicar una verdad por medio de tantas
bocas es transformarla en la verdad de todos. La multiplicidad de los
medios de emisión transforma la unicidad de la verdad (o sea, a la mera
verdad del Grupo) en una verdad múltiple que se le impone a la multitud
de la población. Lo múltiple para la multitud. Para introyectar una
verdad
en una multitud es necesario un Grupo Comunicacional. El Grupo
Comunicacional, el pulpo informativo, tiene miles de voces,
miles de «periodistas» que comunican, que dicen lo que el Grupo
les impone decir, lo dicen
a través de miles de canales de emisión, estas emisiones atrapan la
subjetividad de los receptores, la colonizan, la anulan, los
sujetos receptores ya
no son más sujetos, devienen sujetos del Otro, sujetos aprisionados y
manipulados por el Grupo Comunicacional. Surge, así, el sujeto de la supramodernidad, de la modernidad capitalista del siglo XXI, el
sujeto-Otro. O sea, el sujeto constituido por el sujeto
comunicacional. Así como el
sujeto constituyente kantiano constituía al objeto, el sujeto
constituyente
comunicacional constituye al sujeto-Otro. Todo está organizado para que
el sujeto no sea sujeto. No piense con autonomía, con libertad. Sea
pensado. El sujeto —todo sujeto— es constituido en exterioridad por el
gran sujeto absoluto mediático actual: el Grupo Comunicacional. O los
oligopolios que esos Grupos —al unirse— forman. Los
postestructuralistas
intentaron humillar al sujeto. Lo hicieron desaparecer en la trama
histórica. En esa trama, el papel comunicacional era casi inexistente.
Le
entregaron al Poder un sujeto débil. Era justamente el que el Poder
requería. Porque no ignoraba —contrariamente a estructuralistas,
postestructuralistas y posmodernos— que lo fundamental que hay
que quitarle
al hombre para someterlo es la conciencia. Es el gran tema de este
libro.
Para demostrar esa tesis ha sido escrito. Y asimismo para vencerla y
desarrollar la contraria. No hay contrapoder sin conciencia crítica. Si
el
sujeto es tan irrelevante, ¿por qué el Poder ha levantado su más
poderoso
Imperio para sojuzgarlo? Los grandes pensadores europeos desde Las
palabras y las cosas (1966) de Foucault hasta fines del siglo XX —que
necesitaron negar al sujeto para entrar en Heidegger y Nietzsche y huir
de
Marx y del sartrismo— no lo vieron porque no lo podían ver y acaso
tampoco querían. Y eso que no vieron tuvo resultados nefastos y
hasta patéticos: en tanto ellos deconstruían al sujeto, el
Imperio se consagraba a constituirlo. A constituir el más
poderoso sujeto de la historia humana: el
sujeto mediático, capaz de constituir a todos los otros. Lo estamos
viendo
ahora. Nosotros, pensadores situados, subalternos, ajenos al circuito
académico dominado por el Saber francés recibido en la academia
norteamericana para hablar de todas las cosas del mundo, pero no del
sometimiento del sujeto, del sujeto-Otro y de lo que posibilitará el
surgimiento de la conciencia crítica y su praxis de rebeldía.
José Pablo Feinmann,
Filosofía política del poder mediático. Buenos Aires, Planeta, 2013.