06 octubre 2014

Obvio

Hacer filosofía es colocarse en un lugar de extrañamiento frente a todo lo que nos rodea, frente a todo lo que se nos presenta como obvio. Todos podemos desmarcarnos de lo cotidiano para ingresar en la penumbra del extrañamiento, que no es más que recuperar de alguna manera nuestra capacidad de asombro. El asombro y la obviedad están íntimamente ligados, ya que al desconfiar de las obviedades circundantes, todo se nos aparece entonces con una intensidad diferente. Todo se nos aparece en su diferencia y lo percibimos como si fuese la primera vez que lo conocemos. Recuperamos la mirada de principiante.
[...]
La palabra «obvio» puede entenderse, en latín, como la vía que se me despliega tan enfrente de mí que creo que es la única que existe y por eso la tomo. [...] Lo obvio no incluye la diferencia. La disuelve. Lo obvio no plantea alternativas. Las estigmatiza.
[…]
Hay claramente en todas las obviedades un elemento clave: lo obvio no se cuestiona.
[…]
La naturaleza de la filosofía, si la hay, tiene más que ver con descubrir la pregunta que con formular certezas.
[…]
Preguntar es un ejercicio de desmontaje de aquellas certezas que a lo largo de la historia se instalaron como capas de verdades imponiendo la tiranía de lo obvio. Y cada capa, y cada verdad, y cada certeza, siempre al servicio de otras capas, de otras verdades, de otras certezas, conformando una red que se cierra en sí misma y se impone sin dar lugar a la pregunta.


Darío Sztajnszrajber, ¿Para qué sirve la filosofía?

No hay comentarios:

Publicar un comentario