27 enero 2015

Ideas en el cuerpo

Las ideas no están en la cabeza, están por todo el cuerpo. Para que no las puedas borrar.


Arístides Vargas, Instrucciones para abrazar el aire.
Teatro La Comedia. Rosario, Santa Fe. 4-9-2014.


Y caminaba, quería extenuarlo a su cuerpo, agotarlo definitivamente, aplastarlo por el cansancio hasta tal grado que le fuera imposible modular una sola idea.


Roberto Arlt, Los siete locos.
Barcelona, Sol90, 2001.

Debilidad del individuo

Nuestra democracia liberal ha dejado que la economía no dependa de ningún poder, que esté dirigida solo por las leyes del mercado, sin ninguna restricción de las acciones de los individuos y por eso la comunidad sufre. La economía se ha vuelto independiente y rebelde a cualquier poder político y la libertad que adquirieron los más poderosos se ha convertido en la falta de libertad de los menos poderosos. El bien común ya no está defendido ni tutelado. Y la liebre libre en el gallinero priva de libertad a las gallinas.
[el individuo] Paradojalmente es más débil, sí, porque los más poderosos tienen más, aunque son un grupo reducido, mientras que la población se empobrece y la desigualdad aumenta vertiginosamente. Y los individuos pobres no son libres. Cuando no es posible encontrar el modo de curar tu enfermedad, cuando no podés vivir en la casa que tenés porque no la podés pagar, no sos más libre. No podés ejercer la libertad si no tenés poder, y entonces se transforma en una palabra escrita en los papeles.



Tzvetan Todorov, entrevista en Revista Ñ.

19 enero 2015

La única verdad no es la realidad

[…] No creía, como Perón, que la única verdad es la realidad. […] Creía que toda realidad puede ser creada, si la creamos nosotros como fruto de nuestro triunfo. Y que toda realidad, si es adversa, puede ser vencida, porque nuestra pasión, nuestra voluntad de vencerla es más fuerte que ella. Al fin y al cabo, ¿qué es la realidad? Algo ya constituido, ya hecho, un bloque en sí, que remite a sí, cuya fuerza es no cambiar, es ser lo que es para siempre, la realidad es un cascote en el camino invencible de la voluntad. La realidad es reaccionaria. La voluntad, revolucionaria. No es casual que la Generación del 80 —venerada por la oligarquía y por algunos de nuestros curiosos teóricos de izquierda como Oscar Terán— se haya entregado a los brazos de la filosofía positivista. El positivismo es la consagración de lo dado, de lo constituido, de lo que cerró, de lo ya totalizado. Es la glorificación de los hechos. Porque los hechos, las cosas, son nuestras, dicen las clases dominantes. Sólo hay que decir que son la verdad, todo régimen triunfante dirá: la única verdad es la realidad. Porque es su realidad la que ha triunfado. No en vano la frase viene de Hegel. El Hegel que glorifica la monarquía por estamentos de Federico Guillermo de Prusia. De él la tomó Clausewitz. Y de él la tomó Perón. El monarca prusiano acaso haya dicho a Hegel: «Maestro Hegel, hemos triunfado. La realidad es nuestra. Ahora santifíquela por medio de la filosofía». Y todo el sistema hegeliano conducía a una glorificación final de la realidad. Eso que el maestro de Jena llamó: saber absoluto. […]


José Pablo Feinmann, El flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner.

09 enero 2015

Ética estética

 La ética es tan aburrida en la ciencia como en la vida. ¡Qué contraste! Bajo el cielo de la estética todo es fácil, hermoso, alado; pero, cuando entra la ética, todo se convierte entonces en adusto, triste, infinitamente aburrido. 


Søren Kierkegaard, Diario de un seductor.
Buenos Aires, Terramar, 2012.

Porvenir

 […] si miramos adelante, hacia un porvenir muy remoto, y tratamos de representarnos las generaciones futuras, con sus millones de individuos humanos diferentes de nosotros en usanzas y costumbres, nos hacemos estas preguntas: ¿De dónde vendrán todos? ¿Dónde están ahora? ¿Dónde se halla el amplio seno de la nada, preñado del mundo, que aún guarda las generaciones
venideras?
Pero ante estas preguntas hay que sonreírse y responder: no puede estar sino donde toda realidad ha sido y será, en el presente y en lo que contiene; por consiguiente, en ti, preguntón insensato, que desconoces tu propia esencia y te pareces a la hoja en el árbol cuando, marchitándose en otoño y pensando en que se ha de caer, se lamenta de su caída y no quiere consolarse a la vista del fresco verdor con que se engalanará el árbol en la primavera, dice gimiendo: «No seré yo, serán otras hojas».
¡Ah, hoja insensata! ¿Adonde quieres ir, pues, y de dónde podrían venir las otras
hojas? ¿Dónde está esa nada, cuyo abismo temes? Reconoce, pues, tu mismo ser en esa fuerza íntima, oculta, siempre activa, del árbol, que a través de todas sus generaciones de hojas no es atacado ni por el nacimiento ni por la muerte. ¿No sucede con las generaciones humanas como con las de las hojas?


Arthur Schopenhauer, Metafísica de la muerte.