18 junio 2014

Opiniones

No existe ninguna opinión, por absurda que sea, que los hombres no hagan propia apenas se ha llegado a convencerles que tal opinión es universalmente aceptada. El ejemplo vale para sus opiniones y su conducta: son ovejas que van detrás del carnero guía adonde las lleve. Les resulta más fácil morir que pensar.
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La universalidad de una opinión no es una prueba ni un índice de su veracidad.
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Son pocos los que piensan, pero todos quieren tener opiniones. ¿Y qué les queda más que tomarlas de otros en lugar de formárselas por su propia cuenta? Dado que esto es lo que sucede, ¿qué puede valer la voz de cientos de millones de personas?


Arthur Schopenhauer, El arte de tener siempre la razón.
Punto de Lectura, Buenos Aires, 2011.

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