14 septiembre 2013

Burocracia

Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se hacía, y siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo.
Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.


Eduardo Galeano, El libro de los abrazos. Siglo veintiuno, Buenos Aires, 2010.

Su propia música

Desde muy temprano he soñado con ser compositor o al menos director de orquesta. cuando aún era pequeño intenté arduamente componer la música para una ópera, para la que escribí el libretto y pinté la escenografía, pero fui incapaz de componerla porque me faltaba algo en el cerebro. En mi opinión sólo la música y la matemática exigen realmente cualidades innatas y una persona tiene que poseer herencia genética para trabajar en alguno de estos dos campos.
Recuerdo muy bien que cuando viví como refugiado en Nueva York durante la Segunda Guerra almorcé en una oportunidad con un gran compositor francés, Darius Milhaud. Le pregunté entonces: '¿Cuándo se convenció de que sería compositor?'. Me respondió que cuando era pequeño, en la cama, casi al dormirse, escuchaba una especie de melodía que no podía relacionar con ninguna música conocida. Más tarde descubrió que ésa ya era su propia música.


Claude Lévi-Strauss - Mito y significado. Alianza, Buenos Aires, 1986.