07 agosto 2010

¡Agua va!


"Don Cagomelo Purga me recibió con extrema amabilidad. Su vivienda era un cuartito destartalado donde se amontonaban un camastro, una mesilla de noche sepultada bajo una pila de revistas amarillentas, una mesa, dos sillas, un armario sin puerta y un fogoncillo eléctrico en el que hervía una cacerola. Pregunté por el inodoro, por que precisaba orinar, y me señaló el ventanuco.
-Por deferencia a los viandantes -me dijo-, cuando vea que le va a salir, grite: ¡agua va! Y procure que las últimas gotas caigan fuera, porque el ácido úrico corroe las baldosas y no tengo yo edad de andar fregando a todas horas. Si la ventana le resulta alta, coja una silla. Yo antes meaba a pie firme, pero con los años me he ido encogiendo. Años atrás teníamos un bacín de loza muy cómico, con un ojo y esta leyenda: te veo. A mi llorada esposa, que en paz descanse, le daba mucha risa cada vez que lo usaba. Cuando Dios la llamó a su lado, insistí en que la enterrasen con el bacín. Era el único regalo que pude hacerle en treinta años de matrimonio y me habría parecido una infidelidad seguir usándolo en su ausencia. Con la ventana me arreglo. Para hacer mayores es un poco incómodo, claro, pero la práctica lo facilita todo, ¿no cree usted?"


Eduardo Mendoza, desopilante página de su novela El misterio de la cripta embrujada, ambientada en la Barcelona de los '70.

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