21 marzo 2012

El que aspira a parecer renuncia a ser

La flebedad y la ignorancia favorecen la domesticación de los caracteres mediocres, adaptándolos a la vida mansa; el coraje y la cultura exaltan la personalidad de los excelentes, floreciéndola de dignidad. El lacayo pide; el digno merece. Aquél solicita del favor lo que éste espera del mérito. Ser digno significa no pedir lo que se merece, ni aceptar lo inmerecido. Mientras los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden por la escalinata de sus virtudes. O no ascienden por ninguna.


José Ingenieros, El hombre mediocre.
Ed. Losada. Buenos Aires, 2008.

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