21 febrero 2011

En el principio fue el ritmo

"El ritmo constituye en efecto la vida primitiva, visceral, instintiva de la música. Responde a una necesidad fundamental del hombre, impresionándole en sus fibras esenciales.
¿Por qué un motivo rítmico incansablemente repetido (como sucede, por ejemplo, en la música oriental) ejerce el poder de una droga? ¿Por qué los ritmos de un tam-tam surgiendo del susurro del bosque africano pueden hacer entrar en trance?
Tanto es así que uno de los más grandes percusionistas tradicionales africanos, Ghanaba, trastorna auditorías de miles de personas reduciendo a ritmos puros algunas de las más célebres partituras clásicas. Por sorprendente que pueda parecer esta opción, ello prueba que una obra musical despojada de todos sus elementos a excepción del ritmo mantiene una fuerza emocional.
Al analizar una partitura, nos fijaremos en el papel primordial que desempeña el ritmo: él es el pulso de la vida. Los niños negros tienen un sentido asombroso del ritmo. ¿Será por el hecho de que sus madres los llevan a la espalda mientras trabajan? Desde el nacimiento, se les ha habituado a vivir al ritmo de los pasos, de los gestos de la vida cotidiana; absorbiendo el movimiento. ¡Esos niños bailan desde que son capaces de tenerse en pie!
Es fascinante comprobar hasta qué punto la música, en su aspecto rítmico, es parte integrante de la vida. Y resulta sorprendente constatar cómo nuestros bebés, en cambio, muellemente paseados en cochecitos de niños -y alejados así de un ritmo vital- carecen de ese sentido innato."



Monique Deschaussées, "I. La música y la vida", en El intérprete y la música.
Ediciones Rialp, Madrid, 2002.

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