12 diciembre 2013

Por otros medios

La fuerza militar y su estrategia bélica de 'golpear y huir' prefiguraron, anunciaron y encarnaron aquello que realmente estaba en juego en el nuevo tipo de guerra de la época de la modernidad líquida: ya no la conquista de un nuevo territorio, sino la demolición de los muros que impedían el flujo de los nuevos poderes globales fluidos; sacarle de la cabeza al enemigo todo deseo de establecer sus propias reglas para abrir de ese modo un espacio -hasta entonces amurallado e inaccesible- para la operación de otras armas (no militares) del poder. Se podría decir (parafraseando la fórmula clásica de Clausewitz) que la guerra de hoy se parece cada vez más a 'la promoción del libre comercio mundial por otros medios'.


Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, FCE, Buenos Aires, 2004.

Realidad reducida

La América precolombina era vasta y diversa, y contenía modos de democracia que Europa no supo ver, y que el mundo ignora todavía. Reducir la realidad indígena americana al despotismo de los emperadores incas, o a las prácticas sanguinarias de la dinastía azteca, equivale a reducir la realidad de la Europa renacentista a la tiranía de sus monarcas o a las siniestras ceremonias de la Inquisición.


Eduardo Galeano, Cinco siglos de prohibición del arcoiris en el cielo americano, en Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2013.

09 octubre 2013

Texto y Música

La música propiamente griega es por completo música vocal: el lazo natural entre el lenguaje de las palabras y el lenguaje de la música no está roto todavía: y esto hasta tal grado, que el poeta era también necesariamente el que ponía música a su canción. Los griegos no llegaban a conocer una canción más que a través del canto: pero al oírlo sentían también la unidad intimísima de palabra y música. Nosotros, que nos hemos criado bajo el influjo de la grosería artística moderna, bajo el aislamiento de las artes, apenas somos ya capaces de disfrutar juntos el texto y la música. Nos hemos habituado precisamente a disfrutar, por separado, el texto en la lectura -por lo cual no nos fiamos de nuestro juicio cuando vemos recitar una poesía, representar un drama, y pedimos el libro- y la música en la audición. También encontramos soportable el texto más absurdo con tal de que la música sea bella: algo que a un griego le parecería propiamente una barbarie.


Friedrich Nietzsche, El drama musical griego (Escritos previos de El origen de la tragedia).
Terramar, Buenos Aires, 2010.

14 septiembre 2013

Burocracia

Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se hacía, y siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo.
Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.


Eduardo Galeano, El libro de los abrazos. Siglo veintiuno, Buenos Aires, 2010.

Su propia música

Desde muy temprano he soñado con ser compositor o al menos director de orquesta. cuando aún era pequeño intenté arduamente componer la música para una ópera, para la que escribí el libretto y pinté la escenografía, pero fui incapaz de componerla porque me faltaba algo en el cerebro. En mi opinión sólo la música y la matemática exigen realmente cualidades innatas y una persona tiene que poseer herencia genética para trabajar en alguno de estos dos campos.
Recuerdo muy bien que cuando viví como refugiado en Nueva York durante la Segunda Guerra almorcé en una oportunidad con un gran compositor francés, Darius Milhaud. Le pregunté entonces: '¿Cuándo se convenció de que sería compositor?'. Me respondió que cuando era pequeño, en la cama, casi al dormirse, escuchaba una especie de melodía que no podía relacionar con ninguna música conocida. Más tarde descubrió que ésa ya era su propia música.


Claude Lévi-Strauss - Mito y significado. Alianza, Buenos Aires, 1986.

21 agosto 2013

Rubias

El mozo pasó a mi lado y dirigió una mirada suave al débil whisky con agua de mi vaso. Sacudí la cabeza y el mozo siguió de largo. Fue entonces cuando entró en el bar un verdadero sueño en forma de mujer. Por un instante me pareció que todo sonido se había apagado en el bar, que los dos graciosos habían cesado de negociar y que el borracho sentado en el taburete había dejado de mascullar; fue como cuando el director de orquesta golpea con la batuta en el atril, levanta los brazos y mantiene a todos en suspenso. Era delgada y bastante alta; llevaba un traje sastre de hilo blanco con un pañuelo de pintitas blancas y negras alrededor del cuello. El cabello era de color oro pálido como el de las princesas de los cuentos de hadas. El pequeño sombrero y el cabello dorado alrededor recordaban un pájaro en su nido. Los ojos eran de un color extraño, azul violáceo, y las pestañas largas y quizá demasiado claras. Se dirigió hacia la mesa de enfrente y empezó a sacarse los guantes blancos. El mozo se acercó en seguida y le apartó la mesa en tal forma y con tanta deferencia como ningún mozo del mundo me la hubiera apartado a mí de esa manera. La joven se sentó, aseguró los guantes con una cadenita de la cartera y agradeció al mozo con una sonrisa tan suave, tan exquisitamente pura, que el hombre casi quedó paralizado por la emoción. Ella le dijo algo en voz baja y el mozo, después de inclinarse hacia adelante, salió casi corriendo. He ahí un tipo que realmente tenía una misión en la vida.
Le clavé la vista y ella captó mi mirada. Levantó los ojos media pulgada y me pareció que había dejado de existir: Casi perdí el aliento.
Hay rubias y rubias, y hoy es casi una palabra que se toma en broma. Todas las rubias tienen su no se qué, excepto, tal vez, las metálicas, que son tan rubias como un zulú por debajo del color claro, y en cuanto al carácter, tan suave y blando como el empedrado de la vereda. Existe la rubia pequeña y agradable, que gorjea como los pájaros, y la rubia alta y estatuaria, que lo envuelve a uno en una mirada azul de hielo. Existe la rubia que lo mira a uno de arriba abajo y tiene un perfume encantador y resplandece tenuemente y se cuelga del brazo y está siempre muy, muy cansada cuando usted la acompaña a su casa. Ella hace ese gesto de impotencia y tiene ese maldito dolor de cabeza y a usted le gustaría aporrearla, aunque esté contento de haber descubierto lo del dolor de cabeza antes de haber invertido en ella demasiado tiempo, dinero y esperanzas. Porque el dolor de cabeza siempre estará así, es un arma que nunca deja de usarse, y tan mortífera como la espada del asesino o el frasco de veneno de Lucrecia.
Existe la rubia dulce, dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto -siempre que sea visón- o adónde va -siempre que sea el Starlight Roof y haya mucho champaña seco-. Existe la rubia pequeña y altiva que es una verdadera compañera y quiere pagar ella su cuenta y está llena de luz de sol y de sentido común, que sabe judo y puede lanzar al aire, por arriba del hombro, al conductor de un camión, sin perderse más de una frase del editorial del Saturday Review. Existe la rubia pálida, pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy sombría y habla suavemente como salida de no sé dónde, y usted no le puede poner un dedo encima, en primer lugar porque no tiene ganas, y en segundo lugar porque ella está leyendo La tierra perdida o Dante en el original o Kafka o Kierkegaard, o porque estudia dialecto provenzal. Adora la música, y cuando la Filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, ella puede decirle a usted cuál de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir que Toscanini también es capaz de ello. Eso quiere decir que son dos.
Y, por último, existe la muñeca maravillosa y encantadora que sobrevive a tres reyes del hampa y después se casa con un par de millonarios a un millón por cabeza y termina con una villa de color rosa pálido en Cap d'Antibes, un coche Alfa Romeo completo, con chófer y acompañante, y una caballeriza de aristócratas enmohecidos a los que tratará con la atención distraída y afectuosa con que un anciano duque dice buenas noches a su criado.
Aquel sueño atravesado en mi camino no pertenecía a ninguna de esas categorías; ni siquiera era de este mundo. Era inclasificable; tan remota y clara como el agua de la montaña, tan evasiva como su color. Todavía la miraba, cuando oí junto a mí una voz que decía:
--Me he retrasado en forma imperdonable. Le ruego que me disculpe. Mi nombre es Howard Spencer. Usted es Marlowe, por supuesto.


Raymond Chandler, El largo adiós, Ed. Corregidor, Buenos Aires, 1973.

16 agosto 2013

Seguimos en la misma...

"El Citibank no figura como candidato en ninguna lista, en los pocos países latinoamericanos donde todavía se realizan elecciones; y ninguno de los generales que ejercen las dictaduras se llama Fondo Monetario Internacional. Pero ¿cuál es la mano que ejecuta y cuál la conciencia que ordena? Quien presta, manda."

Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. 1977.


"En realidad los intereses que hoy están enfrentando este proyecto no van con nombre y apellido en las listas, tienen representantes, pero están afuera. Cuando Wall Street se pone contento, muchachos preocupémonos, porque cada vez que se pusieron contentos ellos, a nosotros nos fue muy mal en la Argentina."

Discurso de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. 14 de Agosto 2013.


13 agosto 2013

La patria es el otro

[...] en un mundo globalizado en que las estrategias de la derechas nacionales se diseñan en el imperio y se comunican por medio de las embajadas, ¿dónde está la patria? La patria sería nuestra Suramérica, agredida por el poder mediático extraterritorial, que apela a la mentira, al escarnio. ¿Qué puede un neogandhismo contra un poder globalizado, colonialista y bélico? El otro, el otro que quiere la patria para él y para sus socios, ni siquiera decide y actúa desde la patria. Para ellos, la patria ha muerto. Es un concepto arcaico. Pertenece al cajón de trastos usados de los populismos nacionalistas. Ya no hay patria. Hay intereses globalizados.
[...] Habrá, pese a todo, que insistir con la frase: “La patria es el otro”. Porque es nueva. Porque nunca se propuso en este país. Pero no será aconsejable olvidar que ellos, el poder, el establishment, los monopolios, jamás pensarán que la patria son los otros. Sino que pensarán lo que siempre pensaron: que son ellos, solamente y nadie más que ellos.


José Pablo Feinmann, Alcances y límites del concepto “la patria es el otro”, nota publicada en diario Pagina 12, 30-06-2013.
Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-223384-2013-06-30.html

21 julio 2013

Libre C

Como Inglaterra, Estados Unidos también exportará, a partir de la Segunda Guerra Mundial, la doctrina del libre cambio, el comercio libre y la libre competencia, pero para el consumo ajeno. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nacerán juntos para negar, a los países subdesarrollados, el derecho de proteger sus industrias nacionales, y para desalentar en ellos la acción del Estado. Se atribuirán propiedades curativas infalibles a la iniciativa privada. Sin embargo, los Estados Unidos no abandonarán una política económica que continúa siendo, en la actualidad, rigurosamente proteccionista, y que por cierto presta buen oído a las voces de la propia historia: en el norte, nunca confundieron la enfermedad con el remedio.

Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Catálogos, Buenos Aires, 2009.

14 julio 2013

Un Mandamás

Las leyes son el esqueleto de las sociedades; pero su salud o su enfermedad, sus necesidades terapéuticas o quirúrgicas se determinan a partir del conocimiento previo y el examen del estado de ciertas partes externas y de sus órganos vitales: el comercio, la industria, las artes, los sueños de su pueblo y sus sufrimientos. En fin, toda esa parte mutable de las comuniones humanas, cambiante y huidiza, que solo los fuertes observadores, con gran inteligencia, pueden percibir durante algunos instantes y así sugerir los remedios eficaces para tal o cual caso.
Como decía, sin embargo, en Bruzundanga, en general, el Mandamás es elegido de entre los abogados. Pero no crean que de entre los más notables, no señor: surge y es señalado de entre los más necios y mediocres. Casi siempre es un leguleyo pueblerino que, luego de recibirse, es decir, desde los primeros años de su juventud y hasta los cuarenta, edad en que es hecho diputado provincial, no ha tenido otro ambiente más que el de su pequeña ciudad de cinco o diez mil habitantes ni otra lectura que la del periódico y los libros necesarios para su formación, ni otro roce social que no sea el del tabernero o el médico locales, del profesor y de algún hacendado menos perezoso, con los que juega al truco en el fondo de la taberna.
Es este hombre que así ha vivido la mejor parte de su vida, es este hombre que solo ha visto la vida de su patria desde la pacatería de casi una aldea, es este hombre que no ha conocido más que a su camada y que a quien su necio orgullo de doctor pueblerino lo ha llevado a tener un desdén bonachón por los inferiores, es este hombre el que ha empleado veinte años más o menos conversando con el tabernero sobre las intrigas políticas de su terruño, es este hombre cuya cultura artística se ha basado en girar la manija del gramófono familiar, es este hombre cuya única habilidad ha sido la de contar anécdotas, es este hombre, señores míos, el que después de haber sido diputado provincial, general, senador, gobernador va a ser el Mandamás de Bruzundanga.
[...]
Los preponderantes e influyentes tienen todo el interés del mundo en no hacer subir a los inteligentes, a los ilustrados, a los que entienden de muchas cosas. Tratan de que se destaque un mediocre razonable que tenga más ambiciones de subsidios que vanidad de poder.


Lima Barreto, Los bruzundangas, Ed. Vestales, Buenos Aires, 2008.