14 julio 2013

Un Mandamás

Las leyes son el esqueleto de las sociedades; pero su salud o su enfermedad, sus necesidades terapéuticas o quirúrgicas se determinan a partir del conocimiento previo y el examen del estado de ciertas partes externas y de sus órganos vitales: el comercio, la industria, las artes, los sueños de su pueblo y sus sufrimientos. En fin, toda esa parte mutable de las comuniones humanas, cambiante y huidiza, que solo los fuertes observadores, con gran inteligencia, pueden percibir durante algunos instantes y así sugerir los remedios eficaces para tal o cual caso.
Como decía, sin embargo, en Bruzundanga, en general, el Mandamás es elegido de entre los abogados. Pero no crean que de entre los más notables, no señor: surge y es señalado de entre los más necios y mediocres. Casi siempre es un leguleyo pueblerino que, luego de recibirse, es decir, desde los primeros años de su juventud y hasta los cuarenta, edad en que es hecho diputado provincial, no ha tenido otro ambiente más que el de su pequeña ciudad de cinco o diez mil habitantes ni otra lectura que la del periódico y los libros necesarios para su formación, ni otro roce social que no sea el del tabernero o el médico locales, del profesor y de algún hacendado menos perezoso, con los que juega al truco en el fondo de la taberna.
Es este hombre que así ha vivido la mejor parte de su vida, es este hombre que solo ha visto la vida de su patria desde la pacatería de casi una aldea, es este hombre que no ha conocido más que a su camada y que a quien su necio orgullo de doctor pueblerino lo ha llevado a tener un desdén bonachón por los inferiores, es este hombre el que ha empleado veinte años más o menos conversando con el tabernero sobre las intrigas políticas de su terruño, es este hombre cuya cultura artística se ha basado en girar la manija del gramófono familiar, es este hombre cuya única habilidad ha sido la de contar anécdotas, es este hombre, señores míos, el que después de haber sido diputado provincial, general, senador, gobernador va a ser el Mandamás de Bruzundanga.
[...]
Los preponderantes e influyentes tienen todo el interés del mundo en no hacer subir a los inteligentes, a los ilustrados, a los que entienden de muchas cosas. Tratan de que se destaque un mediocre razonable que tenga más ambiciones de subsidios que vanidad de poder.


Lima Barreto, Los bruzundangas, Ed. Vestales, Buenos Aires, 2008.

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