19 enero 2015

La única verdad no es la realidad

[…] No creía, como Perón, que la única verdad es la realidad. […] Creía que toda realidad puede ser creada, si la creamos nosotros como fruto de nuestro triunfo. Y que toda realidad, si es adversa, puede ser vencida, porque nuestra pasión, nuestra voluntad de vencerla es más fuerte que ella. Al fin y al cabo, ¿qué es la realidad? Algo ya constituido, ya hecho, un bloque en sí, que remite a sí, cuya fuerza es no cambiar, es ser lo que es para siempre, la realidad es un cascote en el camino invencible de la voluntad. La realidad es reaccionaria. La voluntad, revolucionaria. No es casual que la Generación del 80 —venerada por la oligarquía y por algunos de nuestros curiosos teóricos de izquierda como Oscar Terán— se haya entregado a los brazos de la filosofía positivista. El positivismo es la consagración de lo dado, de lo constituido, de lo que cerró, de lo ya totalizado. Es la glorificación de los hechos. Porque los hechos, las cosas, son nuestras, dicen las clases dominantes. Sólo hay que decir que son la verdad, todo régimen triunfante dirá: la única verdad es la realidad. Porque es su realidad la que ha triunfado. No en vano la frase viene de Hegel. El Hegel que glorifica la monarquía por estamentos de Federico Guillermo de Prusia. De él la tomó Clausewitz. Y de él la tomó Perón. El monarca prusiano acaso haya dicho a Hegel: «Maestro Hegel, hemos triunfado. La realidad es nuestra. Ahora santifíquela por medio de la filosofía». Y todo el sistema hegeliano conducía a una glorificación final de la realidad. Eso que el maestro de Jena llamó: saber absoluto. […]


José Pablo Feinmann, El flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner.

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