10 mayo 2013

Los almacenes de la memoria

Los archivos, las bibliotecas, son las celdas frigoríficas en las que almacenamos la memoria, de modo que el espacio cultural no quede completamente ocupado pero, al mismo tiempo, no tengamos que renunciar a lo que un día podría interesarnos. Si lo deseamos, en el futuro siempre podremos volver sobre lo que hemos almacenado.
Es probable que un historiador pueda encontrar los nombres de todos los que participaron en la batalla de Waterloo, pero estos nombres no se enseñan en la escuela, ni tampoco en la universidad, porque son detalles innecesarios, o aun peligrosos.
Pongo otro ejemplo. Lo sabemos todo sobre Calpurnia, la última mujer de César, hasta los idus de marzo, fecha del asesinato, cuando ella le desaconsejaba que vaya al Senado porque ha tenido un mal sueño. Tras la muerte de César, no sabemos nada más de Calpurnia. Desaparece de nuestra memoria. ¿Por qué? Porque ya no es útil tener información sobre esta mujer. Y no porque, como se podría sospechar, era una mujer. También Clara Schumann lo era, pero de ella lo sabemos todo, incluso después de la muerte de Robert. La cultura, por lo tanto, es esa selección. La cultura contemporánea, al contrario, mediante internet, nos inunda de detalles sobre todas las Calpurnia del planeta, todos los días, minuto a minuto, por lo que un niño que tenga que hacer un búsqueda para cumplir con sus deberes escolares puede tener la sensación de que Calpurnia es tan importante como César.


Umberto Eco, Jean-Claude Carrière, Jean-Philippe de Tonnac, Nadie acabará con los libros, Sudamericana, Buenos Aires, 2012.

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