14 septiembre 2012

Rosarigasinas

Quizá sea porque recién son las siete menos cuarto de la tarde y acá todo trata de mostrarse muy puntual. En cualquier caso, me lo habían dicho varias veces:
 --No, vos te parás a las siete de la tarde en San Martín y Córdoba y te querés matar.
 Yo llevo un rato parado en esta esquina y sigo vivo. Córdoba y San Martín son peatonales y pasa mucha gente.
 --No sabés, diez, quince minutos en esa esquina y te morís de la tortícolis.
 Yo sabía que exageraban pero -me suele suceder- quise creerles:
 --Son las mejores minas del planeta, loco. Te parás ahí y es un infierno, un festival.
 Es raro cuando una cultura equipara infierno y festival: me gusta, me interesa.
 --No, boludo, en serio te lo digo.
 Yo estuve: juro que estuve. En una de las ochavas de esa esquina hay una casa de cambio ya cerrada; en otra un arco que fue la entrada de un banco de la Nación pero ahora se quedó solo en medio de la calle; en la tercera un McDonald's en un edificio majestuoso de principios de siglo, y en la cuarta una sedería fundada en 1948, cuando París era la clave de cualquier elegancia: Sedas Eiffel, se llama. Yo estuve y, sin ánimo de ofender, aquí estoy, vivo.
 --Y, tanta alharaca siempre produce desengaño. A mí me ha pasado lo mismo en Río de Janeiro, en Cali, lugares famosos por sus mujeres. Claro, vos estás un día, mirás un poco y no encontrás, seguro. Pero que las hay, las hay.
 Dice Fontanarrosa, como tantos otros: que las rosarinas son las mejores minas del país.
 --Pero no tiene mucho sentido, ¿no? Quiero decir: la mezcla de razas y la forma de vida es muy parecida a la de Buenos Aires, o sea que no habría razones para que el producto sea muy diferente. ¿Por qué podría ser?
 Les dije a varios y las respuestas son variadas, con predominio de los fundamentalistas que no buscan explicaciones: sostienen, furibundos. Otros sí razonan:
 --Mirá, quizás por que acá hubo más inmigración del norte de Italia y los países eslavos.
 --Quizás por que acá la vida es más tranquila, que las minas tienen más tiempo para ocuparse de esas cosas.
 --Quizás sea la concentración, nomás. Como es una ciudad más chica, las mejores se juntan en los mismo lugares, acá en la peatonal, en ciertos clubes...
 Dicen, entre otras, pero ninguna resulta del todo convincente.
 --Mirá, puede que sea pura sanata. Pero yo igual creo que habría que reforzar el atractivo turístico a la ciudad declarándola Capital Nacional de la Potra.
Dice Fontanarrosa y yo me río. A Fontanarrosa siempre le han dicho "el Negro" y me da un ataque de ternura patria: me parece que no hay nada más argento que decirle "Negro" -nuestro sobrenombre más propio- a un tipo de tez blanca y ascendencia italiana.
 --Sí, capaz que son ficciones que, afortunadamente para la ciudad, se han ido agrandando. Ésa es la mejor de las leyendas de Rosario, una de las más poderosas, y hay que mantenerla. No vayas a traicionar, no seas porteño.


Martín Caparrós,  El interior, Seix Barral, Buenos Aires, 2010.

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