16 mayo 2011

Immanuel

-¿Qué es esto?- exclamó el productor tras echar una ojeada a la primera página del guión-. ¿Está de pie y piensa? ¿Y por qué de noche?
-Piensa, por que así empieza todo. Y tiene que ser de noche, por que él debe ver las estrellas. En el libro lo pone claramente: "El cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en el fondo de mi corazón."
Se trataba de una adaptación cinematográfica de la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant.
-¡Está de pie! Pero si en una película tiene que haber movimiento, ¿es usted un principiante o qué? Que camine, al menos, o mejor que corra, sin aliento, por que tal vez alguien le persigue. Eso da dinamismo y despierta el interés del espectador. Puede ser de noche, si quiere.
-Pero si corre no piensa, por que no tiene tiempo.
El productor se sumió en sus pensamientos, como Kant hiciera en otro tiempo.
-Ya lo sé. Cambiaremos la situación. Kant está de pie en la barra de un bar, sin afeitar, por que tiene problemas. A ver, a ver. ¿Por qué lleva peluca? ¿Era calvo o qué?
-Es una película de época, histórica.
-¿Se ha vuelto loco? ¿Quiere hacer Los tres mosqueteros o qué? Lo trasladaremos a los tiempos modernos. Noche, un bar, varios tipos alrededor, ¿comprende? La vida misma.
-Pero ¿y qué pasa con las estrellas?
-Muy sencillo. En el bar hay un televisor, precisamente dan La guerra de las galaxias. Kant lo está mirando, o sea que ve las estrellas.
-¿Y la ley?
-¿Qué ley?
-"La ley moral en el fondo de mi corazón". Lo escribió claramente.
-No hay problema. El sheriff entra en el bar y Kant tiene miedo porque no tiene la conciencia limpia. Lo mejor será la droga.
Hojeó unas cuantas páginas del guión.
-¿"Imperativo categórico"? ¿Qué es eso? ¿Algo relacionado con el imperialismo? No estaría mal.
-No lo sé, pero me parece que se refiere a que se está obligado a hacer algo.
-Claro que se está obligado a hacer algo. A cambiar este guión. Aquí Kant dice: "Este es mi imperativo categórico", inmediatamente después de haberle dicho que no se casará con ella. Eso no puede ser, es muy flojo.
-¿Por qué muy flojo? Pero si ella le dispara.
-Pero el sexo normal ya no interesa a nadie. Kant tiene que ser al menos bisexual. Le añadiremos un sobrino.
-¿Por qué un sobrino?
-Por que será menor de edad. Kant es su tío y de paso tendremos también un incesto. Ahora todo cuadra: el sobrino es drogadicto, Kant le proporciona la droga y por eso tiene miedo del sheriff.
Terminamos la película en dos semanas. Se llamaba Mi nombre es la existencia, por que desde el principio se trataba de una película intelectual, por eso nos basamos en Kant. Pero a pesar de ello tuvimos un gran éxito de público. La popularización de la cultura empieza a salir a cuenta.



Slawomir Mrozek, Immanuel. Cuento de su libro El árbol.
Ed. Quaderns crema. Barcelona, 1998.

1 comentario:

  1. super trans! Eso de Inmanuel...suena como a Emmanuel...Kant...jajaja, que hombres aquellos...verdad? Hamann, Kant, Herder, Goethe, que opinarían ellos del mundo contemporáneo? eso sí que es un misterio...he puesto dos textos uno de wagner y otro de nietzsche...me ha interesado mucho el artículo de Diego Fischerman-estoy absolutamente deacuerdo...incluso a la hora de hablar de una ciudad...siempre tendría que poner la totalidad de la obra...sino sería como lo de "pan y circo"...no crees?-Me encanta Mrozek...he elegido este microrelato de otro blog ...espero q t guste.-ciao-Pd. lamentablemente no me siento identificado...seguramente será Rousseau, el bisexual que proyecta sus propios defectos a los demás para quitar la líbido, después le dá la pócima mágica y después detrás del biombo...a lo emmanuelle le da las drogas y se imagina que abusa de su sobrino...jajaja...saludos.-
    La Revolución.-
    En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.

    Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.

    Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, que siempre había sido mi posición preferida.

    Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.

    Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

    Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese “cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.

    Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.

    Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.

    Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.

    De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.

    Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.

    Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario

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