15 enero 2013

Sumisión de corazón

Pero lo que Julián no sabía, lo que se guardaban muy bien de decirle era que alcanzar el primer puesto en los diferentes cursos de dogma, de historia eclesiástica, etc., etc., que se seguían en el seminario no era, a sus ojos, más que un pecado espléndido. Desde Voltaire, desde el gobierno de las dos Cámaras, que no es en el fondo otra cosa que confianza y examen personal y que da al espíritu de los pueblos esa mala costumbre de desconfiar, la Iglesia de Francia parece haber comprendido que los libros son sus verdaderos enemigos. Sólo la sumisión de corazón tiene mérito a sus ojos. Triunfar en los estudios, aún sagrados, le resulta sospechoso y con razón. ¿Quién impedirá al hombre superior pasarse al otro lado como Sieyès o Grégoire? La Iglesia temblorosa se agarra al Papa como la única tabla de salvación. Sólo el Papa puede tratar de paralizar el examen personal y, gracias a las pompas y fastos religiosos de las ceremonias de su corte, hacer alguna impresión en el espíritu aburrido y enfermo de las gentes del mundo.


Stendhal, Rojo y negro. Hyspamérica, Buenos Aires, 1982.

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