18 noviembre 2011

Cobra Woman



"No puedo ponerle fecha a aquella tarde. Sólo sé que fue en el cine Bijou, en Buenos Aires, que estaba en Pueyrredón a pocos metros de Córdoba.
En la pantalla María Montez ejecutaba movimientos crispados y sensuales (¿acaso histéricos y mecánicos?): una danza supuestamente sagrada durante la cual señalaba entre los fieles que la rodeaban a aquellos que sus esclavos harían morder inmediatamente por las cobras que acunaban en sus brazos. De pronto vi -recorte negro, brevísima imagen a contraluz sobre los colores brillantes de la película- una mano de mujer que descargaba violentamente el peso de una cartera sobre la cabeza de su vecino.
Hoy sé que ese film se llamaba Cobra Woman y no era en colores. La memoria pintarrajeó con el estridente technicolor de los años 40 el modesto negro y blanco de aquella confección de clase B que -me entero con cierta satisfacción morbosa- había escrito Richard Brooks, guionista y director de films "con conciencia social", y dirigido Robert Siodmak, refugiado del Tercer Reich.
Pero la reacción violenta de aquella mujer sin rostro ante el avance (¿tímido y gradual?, ¿demasiado impetuoso?) de su vecino ha quedado indeleble, menos en la memoria que en la imaginación del niño que la vio fugazmente superpuesta a las contorsiones mortíferas de una monarca apócrifa."


Edgardo Cozarinsky, El refugio de Eros, en Palacios plebeyos (pp. 61-62)
Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 2006.

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