09 abril 2011

Jarret

Si el jazz es siempre irrepetible, es posible que estas improvisaciones sin clichés de ninguna índole, sin esas fórmulas que actúan como las grampas y los clavos de los andinistas, para sujetarse a una idea, a una región armónica, a ciertos patrones rítmicos, lo sean en extremo. Que Jarrett, por la fuerza de su pathos, haya llegado allí a un punto de depuración –y de abismo– absolutamente único. En el libro Mi deseo feroz, que recoge una serie de conversaciones de Jarrett con Kunishiko Yamashita y Timothy Hill, el pianista habla de cómo quedarse en un acorde de La Menor y aceptar lo que ese acorde es, sin intentar disimularlo ni investirlo de ninguna pretensión. Habla también de evitar los lugares comunes, de no caer en esos movimientos casi automáticos que se hacen para embellecer un acorde. “Es fácil agregarle una sexta o una novena para que suene más atractivo o más jazzístico. Lo verdaderamente interesante es, en cambio, mantenerse ahí, dejarse ganar por el color del acorde hasta que uno sepa que de ahí puede ir a cualquier lado.”



No debe olvidarse, que Jarrett, a su manera –es decir, a la manera del mercado discográfico y de la producción de un sello como ECM, que Manfred Eicher creó casi a su imagen y semejanza (la de Jarrett)–, siempre tendió al wagnerianismo. En una época en que un álbum doble era un acontecimiento y los triples correspondían a los proyectos más descomunales de los grupos de rock más pretenciosos, Jarrett editaba dobles o triples como si nada y llegó a la desmesura de un álbum de diez discos de larga duración (la edición en CD abarca seis) con Sun Bear Concerts, grabado en 1976 en Kioto, Osaka, Nagoya, Tokio y Sapporo. Otra edición fuera de medida, los seis CD que cuentan todo (absolutamente todo) lo que sucedió en cada uno de los seis sets de cada uno de los shows que el trío dio en el Blue Note a lo largo de tres días de 1994, dan cuenta de la misma idea, fractalmente ampliada, de sus improvisaciones. Allí todo cuenta. Y Jarrett cuenta también –y es por cierto más interesante que la historia del abandono de su mujer y la fragilidad emocional en que esto lo sumió– la historia de esas historias.




Fragmentos de La búsqueda de la idea como una de las bellas artes, por Diego Fischerman.
Nota publicada el sábado 9 de abril de 2011 en el diario Página 12.
Link a la nota completa.

1 comentario:

  1. historias en suspensión, en todo caso, que no dejan de ser reales, en la música, rememoración del pasado, (en su proyección del pathos wagneriano).-pero en la literatura las historias se proyectan en el futuro (evitando así lugares comunes)...bravo! tomo nota.-por lo de los acordes, detalle muy interesante...me ayudará tanto en el ámbito de la ficción como en el de la realidad...estamos en linea.-abrazo.

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